Su nombre apareció en la rueda de prensa de ayer de Lucas Alcaraz. De todas las decisiones que el entrenador andaluz ha tomado en sus dos partidos al mando quizá haya sido una de las que más ha sorprendido, sobre todo por omisión, que ha habido otras por acción que también merecerían un aparte, como la insistencia en Buff. Alcaraz fue cuestionado por Javi Ros, indiscutible para Imanol Idiakez e indudablemente uno de los jugadores que mejor relación ha alcanzado esta temporada entre su potencial máximo y su rendimiento de facto.

Desde su abrazo con el técnico destituido ante el Tenerife, Ros desapareció del once. Aquel gesto con Idiakez simbolizó la gratitud personal con su jefe por su confianza, demostrada no solo con la dedicatoria sino también en situaciones de partido como aquel esprint para evitar el 0-2 en Copa ante el Cádiz mientras sus compañeros regresaban al trote cochinero, y una manera de entender la profesión que le ha servido para ganarse el respeto en el club, el vestuario y la masa social. Esfuerzo, dedicación y compromiso absoluto.

Ros figuraba entre los mejores jugadores del Real Zaragoza y por ello merece todos los aplausos. Es un ejemplo. Pero también un indicio. Que Javi sea siempre lo mejor que pueda ser. Pero que sea el mejor no es lo mejor para el Zaragoza.