--Hace 20 años que debutó en el Zaragoza. ¿Se acuerda?

--Sí. Aunque haya pasado tanto tiempo, lo tengo grabado.

--¿Cómo fue?

--Llevaba cuatro o cinco partidos en el filial y en el primer equipo hubo una plaga de lesiones. El mismo sábado que se iba a San Sebastián me llamaron. Entrené, firmé la convocatoria, me fui a casa a comer y por la tarde al autobús. Al día siguiente debuté de titular en Atocha.

--¿Un sueño?

--Sí. Yo había estado en la pretemporada, pero como tantos otros jugadores. No me imaginaba que podía llegar tan pronto.

--Y enseguida llegó el boom.

--Sí. Empatamos en Atocha y tres días después jugamos la UEFA contra el Frem de Copenhague. Ganamos 5-1 y marqué dos goles. Luego ya se fue precipitando todo. Ese fin de semana jugamos en Tenerife, volví a marcar un gol... Y lo demás, lo que ya más o menos todo el mundo sabe.

--¿Le da la impresión de que todo fue demasiado precipitado?

--Las circunstancias vinieron así. Me tocó estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Luego me pasó al revés con las lesiones. Al principio fue todo muy acelerado para bien, pero lo malo llegó casi igual de deprisa, además de la plantilla que se formó. En esa delantera estaban Pardeza, Higuera, Esnáider y Moisés. No sé si ha habido aquí cuatro delanteros tan buenos juntos. Enseguida me di cuenta de lo complicado que sería. Yo sabía hasta dónde podía llegar.

--Durante unos meses fue una estrella en toda España. Era un gitano triunfando en Primera.

--A nivel mediático era difícil encontrar a un chico de 18 años debutando en el primer equipo. En esa época solo estábamos Julen Guerrero y yo. Luego, además, el hecho de ser de un barrio muy humilde y de mi raza, para la prensa fue un atractivo.

--¿Sintió que le trataban de una manera diferente?

--Sí, pero yo lo veía hasta normal. Debutar de una manera tan explosiva... Coincidió también que me llamaron de la sub-21.

--Entonces siempre hablaba de retirar a su padre. Era como una obsesión. ¿Lo cumplió?

--No. Por desgracia no. Mi paso por el Zaragoza fue tan fugaz que ni llegué a tener ficha del primer equipo.

--Es decir, que no llegó a tener contratos millonarios.

--Yo tenía un sueldo de cien mil pesetas en el Zaragoza. Y después ya nunca llegué a ser un jugador tan importante como para ganar mucho dinero.

--¿Y qué pasó con su padre?

--Siguió siendo albañil, oficial de primera, hasta que a los 59 años se tuvo que jubilar.

--Su carrera comenzó de forma meteórica, con 20 partidos hasta que se lesionó en marzo. La siguiente fue todo lo contrario. Ya solo apareció en tres encuentros. ¿Qué pasó?

--Me rompí los ligamentos del tobillo en un partido de Copa ante el Oviedo. Fue esa Copa en la que jugamos la final contra el Madrid. La del año en el que se retiraba Urío, sí. La que montó...

--Estaba surgiendo al mismo tiempo el Zaragoza que se coronaría campeón de la Recopa.

--Efectivamente. Estaban Pardeza, Higuera, Poyet... Y fueron llegando Solana, Gay, Darío, Aragón... Era consciente de la calidad de la plantilla y sabía cuál era mi rol. No me importaba ser un segundo espada, pero me di cuenta de que no iba a ser ni eso.

--Además, la mili.

--Claro. Entonces había que hacer el servicio militar obligatorio. Conseguí hacerlo en Zaragoza, pero poco más. Las guardias y los refuerzos tuve que hacerlos todos. Me dejaban ir a entrenar, pero si tenía que pasar la noche durmiendo poco, pues lo tenía que cumplir en el cuartel.

--Cuando acabó la mili, ¿todo había cambiado ya?

--Sí. Había vuelto al filial y cuando acabé el servicio militar me fui cedido un año al Villarreal, que estaba en Segunda. Hicimos una temporada digna, pero tuve que pasar otra vez por el quirófano, una operación de pubis.

--En el 95, cuando Zaragoza saboreaba la Recopa, su carrera dio un giro inesperado.

--Exacto. Una de esas cosas inesperadas que pasan en la vida. Mister Whelan acababa de comprar el Wigan, que estaba en la Tercera División inglesa, y le preguntó a uno de los delegados de sus tiendas de deporte en España, Paul Hodges, que reside en Zaragoza, si conocía a jugadores interesantes que quisieran firmar por ese equipo. Paul nos conocía de nuestra época en el filial y le habló de nosotros.

--¿Dudaron?

--Sí. Mucho. Cuando nos lo dijo lo veíamos raro. Y, además, la oferta venía de este hombre que ni siquiera era representante.

--¿Cómo les convenció?

--Nos explicó que el presidente había dicho que fuéramos a conocer el club, sin compromiso alguno. Nada más llegar a Wigan y verlo nos dimos cuenta de que nos íbamos a quedar.

--Allí se convirtieron en los 'Three Amigos' casi desde el primer día.

--Sí, como en la película de Steve Martin. Es una del oeste pero con mexicanos y de humor.

--Fueron unos pioneros.

--Todo allí es muy diferente. Para mí Inglaterra es el país ideal para trabajar. Hay mucho respeto, te ponen los medios y puedes disfrutar de tu profesión. Pero el día a día para los españoles se hace complicado. A mí lo que más me costó fue el idioma.

--¿Jugó a menudo?

--Sí. La primera temporada jugamos los tres mucho. Pero luego cambió el entrenador e Isidro y yo pasamos a un segundo plano.

--¿Quién le llamó para volver al Real Zaragoza?

--Pedro Herrera, creo. Volví al filial. El primer equipo estaba como decaído y necesitaban un golpe de efecto. Estaba Víctor Espárrago de entrenador. Guardaba los mejores recuerdos, con La Romareda coreando mi nombre y pensé que iba a estar lo mínimo en el filial, pero...

--¿Pero...?

--Ya nada fue igual. Estuve muy bien en el filial con Luis Costa, pero ahí ya vi que sí pero que no. Aún estuve otra temporada en el Zaragoza B con Villanova.

--Y emigró otra vez.

--Sí. Me fui a Portugal y ahí relancé mi carrera, en el 98. Estuve primero en el Chaves, donde ascendimos. Y de ahí me fichó el Os Belenenses que, de forma atípica, pagó un traspaso. Hice otro buen año hasta que me apareció un problema cardiaco.

--¿Cómo se produjo?

--No fue un problema congénito. Me salió de una temporada a otra y parece claro que fue de un traumatismo. Pero no sé qué día ni qué golpe fue el culpable.

--¿Aún aguantó un tiempo?

--Estuve otra temporada más y luego volví a España. Pensaba que después de haber estado jugando 30 partidos al año en Portugal, no tendría problemas para encontrar equipo.

--¿No fue así?

--Llegó el 31 de agosto y tuve que coger la oferta del Orihuela. Ahí ya me metí en el mundo de la Segunda B. Luego estuve en el Palencia y vi que eso era engordar para morir. Así que me volví para casa y aún estuve cuatro años jugando en el Andorra.

--¿Qué se encontró cuando abandonó el fútbol?

--Lo mismo que otros. Tuve que empezar una nueva vida fuera de la burbuja en la que viven los futbolistas. Empecé a trabajar en el mundo de los seguros.

--¿Y qué sabe de Isidro Díaz?

--Está viviendo en Castro Urdiales con su mujer, que la conoció en Zaragoza. Está muy bien allí.

--¿Cuándo vuelve a Wigan?

--En enero. Vamos a inaugurar una residencia, en una zona del hotel del presidente, para futbolistas de 16 a 21 años. Yo tengo que poner en marcha esa residencia, controlarla y supervisar al sub-18 y al sub-21.

--¿Sigue al Zaragoza?

--Sí. Le digo una cosa: después de lo que hizo el Zaragoza la temporada pasada, ya me creo todo en el fútbol. Después de cómo vi a ese equipo, no veía ninguna vía a la que pudiese agarrarse.

--¿Ha cambiado?

--Sí. Ha ido perdiendo crédito institucional y deportivamente, a nivel nacional e internacional. Aunque desde que llegó Jiménez, entre él y la Pilarica salvaron al equipo y esta temporada es algo diferente.

--¿Qué queda del Zaragoza del 92 en el que debutó?

--No queda nada. Bueno, el nombre y los recuerdos.