--¿Cuánto se acuerda de Zaragoza? Perteneció ocho temporadas al club aragonés. Eso es mucho tiempo.

--Mucho. ¡Cómo no me voy a acordar! Claro que me acuerdo, y bastante. ¡Comparado con lo que hay ahora!

--¿A qué se refiere?

--A los futbolistas, hombre. No hay ni punto de comparación entre aquel fútbol y lo que tiene ahora el Zaragoza.

--Comenzó su carrera en el Celta, pero no llegó a jugar mucho. Aun así, lo contrató el Zaragoza. ¿Recuerda cómo se produjo ese fichaje?

--Fueron a buscar a Mauro y Gausí al Celta y les preguntaron por un defensa, que le hacía falta al Zaragoza. Ellos contaron que allí había un defensa muy bueno, pero que no jugaba. En realidad, yo había tenido una enfermedad, estuve un tiempo malo, y eso influyó para que apenas pudiera jugar. Fue a buscarme García Muniesa con el secretario general del club, aquel hombre pequeñito... Julián Díaz.

--Llegó en el año 58 a Zaragoza. ¿Cómo era entonces?

--Cuando llegué al Zaragoza era un equipo regular, no habían llegado los mejores, pero después fue un equipazo, de los mejores de la historia.

--En esos años vivió la formación casi completa del equipo de los Magníficos.

--Claro. Yo estaba allí y vi cómo iban llegando a todos: Lapetra, Villa, Santos, Marcelino, Canario...

--¿Quién era el mejor?

--Para mí Lapetra, sin duda, con mucha diferencia. Pobrete, me acuerdo mucho de él. Era un chaval fenomenal.

--¿Por qué era diferente?

--Tenía una clase excepcional. Además, era un chaval fabuloso, una persona maravillosa.

--Dicen que no había ningún futbolista parecido.

--Es verdad. Ahora sí que hay algunos que se le parecen, sobre todo en el Barcelona.

--¿Qué recuerdos tiene de esas temporadas?

--Teníamos un equipo impresionante. Competíamos contra todos los grandes de tú a tú. Jugamos varias finales, pero yo me acuerdo, sobre todo, de un 4-0 que le metimos al Madrid en semifinales de Copa (en 1963, antes de la primera final). Estaban Di Stéfano, Puskas, Gento y toda esa gente. Otro año eliminamos al Barcelona, al Athletic... No desmerecíamos nada. Muchas veces les eliminábamos sin problema ninguno.

--Se les ha achacado que formaban un equipo más de Copas que de Ligas.

--Bueno. En la Liga quedábamos cuartos, terceros... Fue una pena, ese equipo podía haber ganado alguna Liga.

--¿Por qué bajaban el rendimiento fuera de casa?

--No sé, pero es cierto que el equipo no jugaba igual. Claro que en casa éramos impresionantes. No nos ganaba nadie, y muchas veces goleábamos a los buenos. Nos codeábamos con todos y, además, en casa no nos ganaba ninguno.

--Su salida del Zaragoza coincidió con el último título de los Magníficos, en 1966, año en el que inesperadamente se cerró la etapa dorada. ¿Qué hizo?

--Jugué dos años más a fútbol, en el Jaén, y luego ya me quedé aquí con la familia. Monté negocios y me quedé.

--¿Mantiene alguna relación con el fútbol?

--No. Ahora ya tengo muchos años. Estuve en el Jaén de entrenador, de secretario técnico y de presidente.

--¿Qué tal la experiencia como presidente?

--Mecagüen la leche... Mejor dejarlo (risas). Fue un lío que me costó unos cuantos millones de pesetas. Perdí más dinero en esos meses que lo que había ganado allí como jugador.

--¿Por qué se presentó?

--Un cuñado que le gustaba el fútbol y estaba con los directivos... Lo que pasa siempre. Te meten y te meten y al final, zas, a pagar letras a los futbolistas. Si me lo cuentan no me lo creo.

--¿Ve algo de fútbol?

--Sí, en la tele. Veo sobre todo al Barcelona porque me lo paso bien. No es un equipo que me caiga bien, prefiero otros, pero ningún equipo hace un fútbol como ese. Son extraordinarios. Tienen dos jugadores impresionantes: Messi y el brasileño. A Messi estuve viéndolo jugar en Zaragoza hace cuatro o cinco años y es un fenómeno.

--¿Del Zaragoza ve algún partido ahora?

--No. ¿Pero qué le pasa al Zaragoza? Con esos equipazos que tuvo... Da la impresión de que no vaya a volver a ser el mismo hasta dentro de muchos años. Parece que no tengan ganas ni de subir a Primera. A ver si levantan la cabeza, esa ciudad se lo merece.

--¿A qué le suena el 27 de diciembre de 1964?

--Ese día fue el de la lesión de Collar. ¡Cómo no me voy a acordar!

--¿Se acuerda bien de lo que pasó en aquella jugada?

--Me acuerdo como si la estuviera viendo. Fue un pase que le dieron por la banda, íbamos los dos corriendo, me tiré a cortar el balón y lo saqué fuera de banda. Chocamos, claro, y al caer sentí el ruido de la rotura. El árbitro estaba muy cerca y ni me expulsó ni nada.

--¿Se dio cuenta entonces de que había sufrido una lesión?

--Yo sentí el crujido, sí. Pero no tiene nada que ver. Fue el Conde de Cheles el que me sancionó. Era vicepresidente del Atlético de Madrid y presidente del Comité de Competición. ¡Si es que el árbitro estaba cerca y le decía que se levantara! A mí ni me expulsó, ni siquiera pitó falta.

--¿Qué decía Collar?

--Él sí que me echaba la culpa, pero yo tengo la conciencia muy tranquila. La he tenido siempre y la sigo teniendo. Mi intención no era hacerle daño. De hecho, es que yo a él no lo toqué, saqué la pelota limpiamente fuera de banda.

--¿Cómo era Collar?

--Era mal bicho. En realidad estábamos picadillos, pero es que siempre ponía planchas para hacer daño. Ese día, en el primer tiempo, ya me había puesto una. Era malo. Tenía esa costumbre, no solo conmigo, con todos los defensas. Tenía fama entre los laterales, te dejaba los tacos clavados. No era valiente y no se portó bien.

--¿Se acuerda cómo fue el partido de la lesión de Collar?

--Ellos iban segundos, estaban peleando con el Madrid por el título de Liga. Y nosotros éramos terceros. Los del Atlético eran bravos y esos partidos siempre eran fuertes.

--Cuentan las malas lenguas que Paco Santamaría le vengó la sanción con una entrada a Collar en otro Zaragoza-Atlético.

--De eso no me acuerdo, pero no sería raro. Santamaría era duro también.

--¿Qué sintió cuando se enteró, tres días después, de que le habían puesto una sanción de 24 partidos, la mayor que ha habido en España?

--No me lo creía. Para mí fue una sorpresa grandísima. Me quedé helado, no creía que se pudiese hacer eso. Hoy sé que nunca habrá una sanción igual en el fútbol español.

--¿Solo le expulsaron una vez en toda su carrera deportiva?

--Yo creo que nunca. Bueno, igual una vez precisamente con el Atlético de Madrid, en una jugada con Miguel, que jugaba de extremo y luego fue al Zaragoza. Me parece que fue esa (7-10-62 en el Manzanares).

--Y marcó dos goles, uno en Chamartín y otro en Sevilla.

--Me acuerdo del de Madrid (9-12-62). Marqué el gol del cojo (risas). Me lesionó Puskas en una entrada por la que luego estuve bastante tiempo lesionado de menisco, y César me puso de delantero centro. Me cayó un balón suelto, le di con la puntera y entró. Muy parecido a los de Messi no fue (risas).

--Tras asumir la sanción, enseguida dijo que no iba a haber vuelta atrás. ¿Por qué?

--Estaba visto. El Conde de Cheles era el que hacía y deshacía en los comités, y él fue quien me castigó. Si cuando acaba un partido y no te han amonestado ni advertido ni nada, ¿cómo vas a esperar que luego te sancionen?

--Esa temporada acabó con una final de Copa entre Atlético y Zaragoza con Collar en el campo y Cortizo sancionado. ¿Le afectó aquello?

--Mucho. Me cambió para el fútbol, no volví a ser el mismo. Aquello acabó con mi carrera, me hundió totalmente.

--¿No tenía ganas de jugar?

--Sí, pero cuando íbamos a jugar fuera de casa se metían mucho conmigo. Me llamaban asesino y cosas peores. Y eso, quieras que no, desanima mucho. Hoy eso no se entiende, pero así fue. Así que decidí que era el momento de dedicarme a los negocios.

--¿A qué se dedicó?

--A la construcción. Y me fue bien, muy bien. He hecho muchos edificios y he ganado muchos millones.

--¿Echa de menos Zaragoza?

--Zaragoza la quiero más que nada en el mundo. Para mí es muy importante y tengo muchas ganas de ir al Pilar. Lo que pasa es que estoy fastidiadillo y casi no puedo ir a ningún lado.

--¿También La Romareda?

--Me llamaron hace poco del club para que fuera a algún acto, no recuerdo bien, pero tuve una enfermedad de intestino hace cuatro años y estoy aquí luchando. ¡Y tengo 83 tacos ya, eh!