Nació en Hernani el 28 de mayo de 1948 y ha residido en Barcelona gran parte de su vida, pero pasó en el Zaragoza el núcleo de su carrera antes de retirarse en 1983 tras once campañas y 180 partidos en la portería. Se siente zaragozano, zaragocista, polémico y poco futbolero, pero se le recuerda por ser un guardameta adelantado a su tiempo. Tanto que muchos lo tildaron de extravagante. Desde luego, Juan Luis Irazusta fue un cancerbero especial, todo un carácter.

--Hace treinta años que dejó el Zaragoza y la portería. ¿Mantiene la pasión por el fútbol?

--Pasión no, pero hay fines de semana que veo ocho partidos. No los veo con tanta intensidad como antes, pero para lo que hay que ver, mejor ver fútbol.

--Le sigue gustando.

--Sí. Nunca he sido muy futbolero, pero me gusta.

--¿Un poco contradictorio?

--No. Lo que no me gusta es ni la gente del fútbol ni el mundo del fútbol. Pero sí me gusta el juego.

--¿Mantiene contacto?

--Nada. Yo entrené hace muchos años a un equipo de chavales en Barcelona, pero fue casi como un chantaje. Para que cogieran a mis hijos en el colegio, me dijeron que les echara una mano con el fútbol. Estuve cinco años con unos ellos, desde infantiles hasta juveniles. Y ahí lo dejé. Muchos de mis compañeros hicieron los cursos de entrenador de fútbol, por ejemplo. Yo me saqué los títulos de entrenador de balonmano y atletismo.

--¿Acabó saturado?

--A mí me gustaba jugar y entrenar. Practicar deporte, vamos. Si encima lo haces a ese nivel y te pagan... Pero no era mi fin en la vida, ni mucho menos.

--¿Han cambiado los porteros?

--Es a los que más ha perjudicado el desarrollo del fútbol. Ahora es mucho más difícil, y eso que hay porteros españoles espectaculares. Pero el balón es un ovni y son pelotas plastificadas que no hay quien las coja. Yo, por deformación profesional, cuando voy al fútbol me pongo detrás de la portería. Ahí, cuando ves venir el balón te das cuenta de la velocidad a la que va. No tiene nada que ver con los balones de nuestra época.

--Le gustan los porteros españoles, dice.

--Sí. Valdes, el que más. Lo pasó mal al principio con Van Gaal, cuando se negó a volver a jugar en el Barça B. Lo recuperó Radomir Antic, por cierto, un buen entrenador.

--Buen amigo suyo también.

--Sí. Jugamos dos años juntos. Yo le llamaba 'el ruso' y a él no le gustaba mucho. Por eso se lo llamaba (risas). Entonces la relación entre los yugoslavos y los rusos no era muy buena.

--Valdes, decía. ¿Y Casillas?

--Creo que no se ha portado bien con Diego López, le ha faltado al respeto. Cuando lo quitaron, Iker no estaba en un buen momento, llevaba unos meses mal. Por la manía a Mourinho se aprovechó el tema de Iker, pero ahora no pueden cargar contra Ancelotti.

--Hablan de la forma en la que lo sentaron...

--Yo creo que lo quitó para darle un aviso. Nadie tiene derecho a jugar siempre. Yo viví muchas alternativas en mis temporadas en el Zaragoza. Estuve cuatro años con un entrenador, Carriega, con el que quedamos segundos y terceros, aunque también lo discutíamos mucho. Él nos decía a Nieves y a mí: "No me importa que jueguen bien o mal, lo que me importa es que no les metan goles. Si les marcan dos días seguidos, pondré al otro, a ver si no le meten". Era así. Ahora parece que la portería sea propiedad de un señor.

--Usted fue un portero muy moderno para su época.

--Sí. Jugué a destiempo. Mire que desde que me retiré del fútbol no he vuelto a jugar nunca de portero y sí de jugador.

--¿No se equivocaría de posición?

--Eso me decían los entrenadores, que me había equivocado de puesto. Y es verdad, me gustaba más ser jugador de campo que portero. Pero empecé ya en la playa de portero, era muy ágil... Y bueno, si lo haces bien parece que te queda la obligación de seguir. Pero yo no tenía vocación de portero. De hecho, tanto en el Barça B como en el Zaragoza jugué amistosos como jugador.

--¿No era muy osado jugando de portero, que salía del área incluso regateando?

--Y tanto (risas). En La Romareda me decían de todo, pero...

--¿Pero?

--Era mi estilo, mi forma de jugar. Yo tenía que hacerlo con mis argumentos. Así que pasé algunos problemas, pero también tengo muy buenos recuerdos. Despues de once años en el Zaragoza, como para no tener recuerdos increíbles.

--¿Recuerda el partido que le tiraban bocadillos de tortilla?

--Sí, claro. Fue en un partido de Copa contra el Cádiz. Ganamos 5-2, pero yo debí estar muy mal porque cada vez que venía el balón se montaba un gran follón, impresionante. Era un miércoles por la noche y uno de los bocadillos me pegó en el hombro y la tortilla se quedó ahí. Yo me la quité cuando fui a recoger el balón junto a las vallas y la gente lo vio. Fue un cachondeo de mucho cuidado. Sin embargo, a partir de ese momento la gente cambió y todo el campo se puso a mi favor. Supongo que por lo humillante que fue aquello de la tortilla (carcajada).

--Tuvo buenos compañeros también, amigos, buenos futbolistas...

--Buff. El Zaragoza tuvo unos equipos increíbles, pero increíbles de verdad, con los Zaraguayos, en la época de Beenhakker... Lo peor éramos los porteros. Jugábamos al fútbol de la leche, al nivel del Real Madrid y el Barcelona. Lo que pasa es que en las competiciones largas no aguantábamos por la plantilla, que se quedaba corta. Pero si piensas en los jugadores que pasaron por ese equipo, con Barbas, Valdano, Señor, Pichi, Víctor... Con algo más de plantilla, ese equipo tenía nivel para poder ganar la Liga, o por lo menos poder disputarla.

--De la época de los Zaraguayos se recuerda sobre todo a Nino Arrúa, quizá el mayor divo de la historia del club.

--Era un crack. Y los cracks tienen que ser distintos. Era especial para lo bueno y para lo malo. Fue el mejor extranjero del fútbol español en su época. También tenía al lado excelentes jugadores como Violeta, Planas, García Castany, Diarte... Lo que pasa es que él era la guinda.

--El Lobo Diarte también fue un delantero moderno.

--Sí. Era un espectáculo. Se iba desde el centro del campo de cualquiera, le pegaba con las dos, de cabeza... Era de los primeros atletas que hubo en el fútbol español. En el fútbol antes no corría ni cristo (risas), y vino éste, que era una máquina y además bueno, y rompió esquemas.

--Solo dos años más tarde, ese equipazo descendió a Segunda. ¿Tuvo que ver la mala relación Arrúa-Jordao en eso?

--Seguramente. También era un gran jugador, pero dos gallos en el mismo gallinero...

--Algunos hablaron de racismo en la época en que Jordao estuvo en el Zaragoza.

--Yo era íntimo amigo de Jordao y no sentí nada de eso.

--¿También era raro?

--Fíjese si era raro que era negro (risas). Si te metes en un equipo de África en un equipo de negros, ¿qué pasa? Era difícil, de verdad. En el Zaragoza lo que no era raro era ser paraguayo, que había media docena. Yo entendí su problema desde el principio y por eso me hice muy amigo suyo. La gente lo veía distinto, no creo que por el tema del racismo, pero no lo trataban bien. Sin embargo, lo raro era encontrar un tío de la categoría personal que tenía Jordao.

--¿Es verdad que se jugaron el lanzamiento de un penalti al que tirase un escupitajo más lejos?

--No. Él iba a tirar un penalti, ya tenía el balón en las manos, y llegó Arrúa y se lo quitó. Lo chutó corriendo y lo tiró fuera.

--¿Quería fallarlo?

--No, no creo. Con el pique que tenían entre ambos, le aseguro que nunca querían fallar ni perder un partido. Eran así.

--Usted, sin embargo, vivió el fútbol con distancia. Con 18 años se fue a estudiar a Barcelona en vez de fichar por la Real Sociedad.

--Así fue. Lo que pasa es que después fiché por el Barça porque se enteraron de que estaba allí. Luego, cuando conocí el club y empecé a entrenar con el filial, sí que me gustó. Estuve allí cuatro años, en lo que ahora es el Barça B. Primero jugué un año cedido en el Sabadell y luego ya me fui a Zaragoza a hacer la mili.

--¿Fue el servicio militar la causa principal para que acabara en el Real Zaragoza?

--Sí. Yo hacía milicias y elegí ir allí, aunque no sabía que iba a acabar en el Zaragoza. Firmé en junio, pero primero estuve en Toledo y no empecé a entrenar hasta enero.

--¿Acabó la carrera?

--Sí, ya en Zaragoza. Soy ingeniero químico industrial.

--¿Por qué no fue a la final de Copa ante el Atlético en 1976?

--Entonces estaba muy mal visto en el club. Había sido uno de los fundadores de AFE y eso lo pagué. No me llegaron a apartar del equipo, pero casi. En esa época lo tenía muy mal con la directiva y la dediqué a hacer las prácticas que me quedaban de alferez, en Valdespartera. Fui el único de la plantilla al que no invitaron a ir a la final a Madrid. Entonces, en la prensa nadie dijo nada. Así iba la cosa. Cuando querían saber cosas, venían a por mí. Pero cuando querían meter caña, al Irazusta de turno.

--Luego estuvo muchos años trabajando en los medios de comunicación, sin embargo.

--Sí, veinte años con Eduardo González en Radio Popular. Me lo pasé muy bien. Fui el primer profesional que se dedicó a la radio. Algunos me llamaban intruso en sus columnas del periódico porque se consideraba que no tenía derecho a opinar.

--No sería por falta de partidos. ¿Cuántos vería del Zaragoza?

--No los he contado, pero durante 30 años vi todos, viajando a retransmitir desde Barcelona con Eduardo González, que cuando era jugador era el que peor me trataba de todos los periodistas de Zaragoza. Pero probé un día y me gustó. Luego ya nos hicimos amigos. Tanto que yo quería dejarlo y lo estiraba por él. Me fui aguantantado hasta el día del descenso en Villarreal. Aquel día dije que se había acabado.

--En algunos líos se metieron los dos juntos.

--Sí, porque Eduardo era muy bravo. Una vez vino a pegarle el hermano de un presidente del Zaragoza y él, que medía medio metro menos, aún se le encaraba (risas). Era muy bravo, ya le digo. Vivimos historias tremendas y amenazas de todo tipo, sobre todo Eduardo cuando había elecciones en el club.

--¿Se lo imagina ahora con Agapito si siguiese en activo?

--No creo que Agapito hubiese aguantado con Eduardo en plenitud de forma en la radio. Los tiempos son distintos, pero si a Agapito le toca la época aquella de Eduardo, no aguanta de presidente, seguro. Pero, bueno, que quede claro que el Zaragoza es de Agapito. Si quieren, que se lo compren, o que se lo quiten, o que se lo expropien. Él tiene que estar loco por soltarlo.

--¿Ve los partidos del Zaragoza?

--Sí, pero no se siente igual. Cada año 17 jugadores nuevos... Yo estuve 11 temporadas en el Zaragoza y lo hice por sentimiento. Lo fácil en el fútbol, si quieres ganar dinero, es cambiar de equipo. Aquí vienen no sé cuántos en verano, no sé cuántos en invierno... Y, encima, el partido en el que debutan le dan un beso al escudo. Eso me molesta mucho. Para mí es todo mentira.

--¿Y qué ve?

--Pues veo al Zaragoza. Aunque diga que no lo siento igual, mi esperanza es que vuelva a ser lo que tiene que ser. La verdad es que ahora me da por saco, pero me siento muy zaragozano. Entre Barcelona, el País Vasco y Zaragoza, yo lo tengo muy claro. Tengo tres hijos maños, y maños de cantar y bailar la jota. Ahora solo espero poder volver a estar al nivel del Madrid y del Barcelona para competirles un partido. Como ha pasado en tantas épocas, con los Magníficos, con los Zaraguayos, con Beenhakker, con la Recopa...