Juanito Oiarzabal se va a pasar la mitad de las vacaciones en la Mutua de Accidentes de Zaragoza. En la amplia y luminosa habitación de la MAZ un hombre de acción como es el alavés, parece un gato enjaulado. "Lo que tiene este hospital es que te atienden de maravilla", dice. Varios libros de montaña, unos ramos de flores, un catálogo turístico de Vitoria y un cencerro que le regalaron los amigos tolosarras de Edurne Pasaban, forman parte del paisaje habitual donde el mejor ochomilista mundial del momento se cura de sus congelaciones en el K-2.

El vasco ya lleva una semana en la clínica zaragozana tras hollar por segunda vez en su vida el techo del Karakorum con le grupo de Al Filo de lo Imposible . El día se le hace muy corto al vasco. Junto al tratamiento que recibe para sus heridas, su móvil no hace otra cosa que sonar, o recibe la visita de sus familiares, amigos y los periodistas de toda España. En la habitación contigua se recupera Eduurne Pasaban, la primera española en subir el K-2.

La moral rota

Oiarzabal llegó la madrugada del pasado sábado a la MAZ con la moral rota. "He ido de menos a más. He estado jodido, muy emocionado, y he tenido varias entrevistas de medios vascos". Pensaba que no volvería a poder a pisar la montaña de la mala pinta que tenía su pie izquierdo. Pero una visita del oscense Lorenzo Ortas le levantó la moral. El alpinista de Peña Guara salvó el pellejo en el K-2 el año 94.

"Lorenzo me enseñó su pie, que lo tiene totalmente cortado. Le amputaron más de lo que me cortarán a mí". Como él han pasado a visitarle por el hospital con los pies maltratados. Incluso el jueves conoció a un chaval "al que se le congelaron en el Aconcagua hasta la orejas". Estas visitas han contribuido a subir la moral del alavés.

Oirzabal está todo el día tendido en la cama. Sólo se sienta para recibir el tratamiento de los enfermeros. "Lo que peor tengo son los cuatro dedos pequeños del pie izquierdo. Lo más probable es que desaparezcan. Los tengo muertos, no reaccionan a los baños de agua". Ahora recupera la planta del pie y el dedo gordo. El pie derecho lo tiene menos tocado. "Confío en que Quico Arregui hará una buena labor. Tratándose de mí, el pondrá más empeño en la operación", apunta Oiarzabal.

Con 48 años y tras conquistar 21 ochomiles , el montañero nunca había tenido una congelación seria. "En el 96 tuve problemas bajando en Kangchenjunga en los pies. Nunca volvieron a ser lo mismo. Siempre he tenido frío en los pies desde entonces", confiesa.

El pasado 26 de julio, día del ataque a la cumbre, junto a Juan Vallejo, Edurne Pasaban y Mikel Zabalza Oiarzabal no se dio cuenta de que se le congelaban las extremidades. "Pero sabía que algo tenía. Nos costó llegar mucho a la cumbre (15 horas) y estuvimos mucho tiempo expuestos al frío. También influye la hidratación y, por supuesto, el mal material", afirma el vasco.

El día de cumbre amaneció fantástico. Los vascos fueron los primeros en lanzarse a la cima de los 80 montañeros que habían en el Campamento Base. "Llevábamos 13 días de mal tiempo y teníamos una ventana de buen tiempo del 24 al 26 de julio, aunque con viento en altura. No queríamos depender de nadie y salimos los primeros", recuerda el ochomilista.

Diferencias

El K-2 se subió la última vez el 21 de julio del 2001 por los aragoneses José Carlos Pauner y Pepe Garcés. Juanito atacó el K-2 con la expedición italiana compuesta por 20 miembros. "Hay que diferenciar nuestra expedición de las que vinieron por detrás. Respeto a Carlos Soria, que con 65 años llegó arriba. Los otros 40 que vinieron chupando rueda no tienen el mismo mérito", apunta en tono crítico.

El alavés continúa su relato. "Nosotros estuvimos 24 horas para montar toda la vía y colocar 700 metros de cuerda con la huella de nieve a la cintura". Oiarzabal critica la ascensión que hizo el navarro Iñaki Otxoa. "Hay ciertos personajes que bajaron diciendo que hicieron un récord en la ascensión. A Iñaki le respeto, pero lo que no puedo permitir es que después de congelarnos hasta las orejas, el día siguiente, cuando el no ha hecho nada, siempre escondido en la mata, baje diciendo que ha batido un récord. Si no hubiéramos abierto la vía, Otxoa no habría realizado ningún récord", explica el himalayista.

Oiarzabal especula con los alpinistas que habrían subido si los montañeros de Al Filo de lo Imposible no hubieran puesto las cuerdas fijas en el último día. "No hubiera subido ninguno. La expedición suiza que estuvo el año pasado con mejores condiciones que este año, no subió. Este año han llegado a cima. Aunque hay que reconocer que algunas veces me he aprovechado yo del trabajo de los demás", afirma.

En el tramo final del K-2 se emplearon a fondo Zabalza, Mondinelli y Vallejo para abrir "el tramo dondePasa a la página siguiente