Entre los deportistas, hay quienes esperan hasta la retirada para elegir un camino laboral, bien por falta de previsión, bien porque están volcados en su especialidad; pero hay otros, en una demostración de perspectiva, que se preparan desde el principio para el final. Carmelo Postigo es uno de ellos; era jugador a la vez que estudiante de la rama electrónica de Ingeniería Técnica. "Mi idea era jugar y sacarme cada año una serie de asignaturas. La empecé en Zaragoza y la acabé en Santander", explica.

En la ciudad cántabra pasó sus mejores años deportivos y, como capitán del Teka Santander, levantó la Recopa de Europa en 1990. "Cuando terminé la carrera, yo estaba jugando en el Teka; hablé con el director general del patrocinador del equipo y me dieron un puesto de trabajo en Zaragoza: llevo 25 años", recuerda. Es jefe de laboratorio del área de desarrollo de dicha empresa. Postigo trazó un plan que se cumplió punto por punto, pese a que, como cualquiera en la juventud, tenía dudas respecto a él. "Fue una decisión de esas que tomas cuando eres joven, que al final no sabes muy bien lo que quieres. Decidí hacer Ingeniería como podía haber elegido cualquier otra cosa en ese momento", reconoce.

Tiene un buen puesto, pero la nostalgia le invade al hablar de sus tiempos en la competición. "A mí la vida como deportista me encantaba. Yo he vivido por y para el deporte. Pero lo que te da una estabilidad en la vida es tener una carrera y un puesto de trabajo", argumenta. En cualquier caso, el paso de una vida de entrenamientos y partidos a otra con un horario laboral 'mundano' se le hizo "un poco complicado", confirma. "Ten en cuenta que pasas de estar dos o tres horas al día a trabajar ocho horas diarias. Y tampoco dejé de jugar, porque cuando me vine a Zaragoza fiché por el Anaitasuna de Pamplona en División de Honor B y encima nació mi hijo; imagínate el cambio", zanja.