El paralelismo entre el dopaje y el ciclismo existe prácticamente desde los inicios de este deporte, hace ya mas de cien años. La primera referencia es un tal Choppy Barburton que, en 1896, en la Burdeos-Paris (más de 500 kms), ayudó con su famoso brebaje al ciclista Arthur Linton a ganar esa carrera. Linton realizó una remontada sobrenatural, tras padecer un desfallecimiento en el que perdió más de media hora. Entró en la meta de París inconsciente, pedaleando bajo un reflejo condicionado, no sin antes equivocarse varias veces de recorrido. Una reclamación de Gaston Rivierre, dadas las extrañas circunstancias que rodearon el triunfo de Linton, hizo que se declarase el primer puesto exaequo para ambos. Linton moría pocos días después, llevándose a la tumba el secreto de su espectacular remontada.

En los tiempos heróicos del ciclismo, cuando dominaban las pruebas en velódromo y las carreras denominadas ´Seis Dias´ (non stop), las sustancias milagrosas eran moneda corriente. La estricnina, por ejemplo, era usada como estimulante y hacía furor. El proceso estaba tan institucionalizado que junto a la figura del preparador, se situaban la del masajista y el ´cargador´ (literalmente, Le Chargeur), cuya misión se basaba en una experimentación empírica altamente peligrosa. El Cargador todavía podía estar superado en el velódromo por el ´dinamitador´ (Le Dynamiteur). El propio nombre delata su responsabilidad. Se llamaba así porque podía hacer explotar al sujeto en carrera.

Unas décadas más tarde, en el Tour de 1924, el periodista Albert Londres, recogió la confesión de Henry Pelissier, a través de un artículo histórico que títuló ´Los Forzados de la Ruta´. Se trata de un bellísimo testimonio publicado en Le Petit Parisien, en el que el mayor de los Pelissier decía: "¿Quiere ver usted cómo vamos? Mire, esto es cocaíana para los ojos, y esto otro, cloroformo para las encías... ¿Y pastillas?, ¿quiere ver usted pastillas?" --Henry sacó tres botes--. "Como puede apreciar, marchamos a base de dinamita". Hoy, en pleno siglo XXI, poco o nada ha cambiado. En todo caso, a peor.