El fútbol tiene sus tiempos, sus ritmos. La velocidad de marchas cortas del día a día, la del trabajo del equipo y los partidos de cada fin de semana: la más estricta rutina. Y otra velocidad de más largo alcance que todo club necesita afinar al máximo para que el ratio fichajes-acierto en los fichajes, la fórmula del éxito y la felicidad, sea el más elevado posible. Ambas conviven y se retroalimentan. En ese escenario es en el que hay que circunscribir el trabajo de Lalo Arantegui, actual director deportivo del Real Zaragoza o de cualquier homólogo de puesto que ejerza con responsabilidad, durante los meses posteriores al cierre del mercado de enero, con el final del invierno, la aparición de la primavera y el florecimiento de los primeros movimientos.

En el momento más crítico de la temporada, con el descenso amenazando a solo tres puntos de distancia, el trabajo de largo alcance tampoco se detiene. De la maestría de las decisiones que Arantegui tome ahora, mayoritariamente en estas fechas, no en verano, dependerá el éxito del próximo proyecto del Real Zaragoza. La figura de Natxo González, entrenador del Reus y candidato elegido para el banquillo la próxima campaña, es la prueba fehaciente de que el club no se para. Del equilibrismo al que Lalo está obligado en estos meses de trabajo decisivo en la sombra.