Con mimos se trabaja mejor. Sabiendo que la rueda, la de Mikel Landa, siempre está cerca y dispuesta a entregarse en cuerpo y alma, Chris Froome vuela hacia su cuarto Tour. Ya solo le queda una etapa complicada en los Alpes, la reina, hoy en el Izoard. Allí quiere ganar y seguramente, allí, el sacrificio del ciclista vasco del Sky deberá ser tristemente necesario aunque él sigue soñando con acompañar en el podio a su jefe de filas, un Froome que debería invitarlo a pisar, al menos con un pie, la primera plaza del cajón de París. Sin Landa, Froome lo habría tenido más difícil, y a lo mejor casi imposible con rivales que le pisan los talones como nunca había ocurrido. Solo Fabio Aru cedió en el Galibier. Tan solo el corredor sardo, todavía vivo en la general, dio síntomas de fragilidad, mientras Romain Bardet mostró su cara agresiva para el disfrute de Emmanuel Macron, el presidente francés, que siguió su ofensiva desde el coche de Christian Prudhomme, el director del Tour.

Mientras Alberto Contador buscaba su día de gloria desde la Croix de Fer, el Sky se mantuvo fiel a su esquema. Todos alrededor del jefe, todos relevándose para protegerlo y para hacerle también el camino más fácil a Landa, quien circulaba por las cuestas alpina sin sentir las plácidas sensaciones de días anteriores. No es que sufriera, ni mucho menos, porque si no ni habría podido mimar a Froome ni lo habría acompañado hasta la meta, pero no notaba la frescura de otras etapas. Y aun así tuvo que vestirse con el mono de trabajo, olvidarse de cualquier lucimiento personal y ponerse al servicio del jefe que sabía que con el ritmo de su compañero vasco el esfuerzo para atacarlo sería un imposible.

Landa es mucho Landa y su pedaleo por el Galibier magnificaba cualquier reacción. Había que superarlo. Y eso no estaba ni al alcance de Bardet, el más bravo de los contrincantes de Froome por las cuestas alpinas. Urán se centraba en marcar a quienes ahora son sus compañeros de podio y Aru sufría tanto, tanto que se descolgaba cada vez que Bardet aceleraba. ¿Y Froome? Pues Froome como si nada, como el patrón vestido de amarillo que siempre sabe cómo se controla el Tour.

GOLPE DE AUTORIDAD / «No he tenido las sensaciones de otros días, pero estoy contento porque el ritmo ha sido fortísimo», confesó Landa en la meta de Serre Chevalier. «En el Izoard, Froome dará un golpe de autoridad».

Y si se propone ganar la etapa, coronarse en la cima, a Froome le gusta que su compañero más fuerte le marque el camino. Si así ocurre en el Izoard, el sacrificado no puede ser otro que Landa.

El Tour avanza al ritmo de Froome tras una etapa ganada por el esloveno Primoz Roglic. Pero el británico no se puede fiar porque ahora, ver para creer, tiene a dos ciclistas empatados a tiempo, el segundo y el tercero de la general, a solo 27 segundos. Ver para creer, tras 3.012 kilómetros y 17 etapas, el segundo y tercero de la general están marcando el mismo tiempo.