Si llega el podio bienvenido sea, pero el objetivo de cualquier equipo es ganar la carrera. Y si no se puede hacer con el ciclista inicialmente asignado para el papel de jefe de filas, léase Mikel Landa, se hará con el corredor que se ha mostrado el más fuerte del Giro, Richard Carapaz. Otra decisión, otra forma de actuar sería sencillamente de locos. Y en el Movistar, que se sepa, no están chalados. Y Landa dista mucho de ser un inconsciente y un corredor que vaya a su bola.

Quedó claro, patente y demostrado en la primera de las dos etapas por los Dolomitas, la más floja de la pareja, que el Movistar trabaja para lo que tiene que trabajar y que todos lo saben. Los que tiran del pelotón sin preocuparse de que una fuga adquiera minutos y minutos, como el mallorquín Lluís Mas, o el que está fuerte como el que más pero que sabe que si le llega plaza en el podio será porque el segundo de la general (Vincenzo Nibali), o el tercero (Primoz Roglic) pinchan hoy en la gran etapa dolomítica. Landa ni puede, ni debe realizar movimientos que comprometan a la maglia rosa. Tiene que estar a su lado, protegerle, ponerse a su servicio, velar por la seguridad de Carapaz. Y si se mueve siempre debe ser por una cuestión estratégica, pensando en el líder ecuatoriano del Giro, y no en un podio que, en el caso de no lograr la victoria con Carapaz, sonaría a circunstancia secundaria. Y si mañana hay dos ciclistas con el uniforme azul del Movistar sobre el podio de Verona bienvenida sea la foto.

TRIUNFO DE CHAVES

Se vio en la primera subida por los bellos parajes de los Dolomitas, en el Trentino, una región italiana que hay que visitar por lo menos una vez en la vida. Por delante circulaba la escapada consentida con el renacido Esteban Chaves, vencedor de la 19ª etapa. Por detrás, atacó Superman López, un demarraje más por sentirse bien y demostrar a sí mismo que es un buen escalador, que para obtener frutos en la clasificación general. Landa saltó a su rueda pero cuando tuvo la oportunidad de seguirlo, y quién sabe si hasta colaborar con él para restar tiempo a Nibali y Roglic, el corredor alavés se frenó, miró a Carapaz y se puso a tirar del grupo para controlarle la carrera y para evitar que nadie se animase en el tramo final del día, sobre todo porque Roglic trató, sin éxito, de arañar algún segundo que le sintiera estar más seguro en el cajón del Giro. Landa fue el lugarteniente que todo jefe de filas quisiera tener a su lado en una etapa de montaña, un amigo del alma.

Hoy es el último día de enorme peligro para Carapaz puesto que si mañana llega con dos minutos de diferencia a la contrarreloj final no debe pasar por ningún problema. Pero para ello, en una jornada que quita el hipo, el Movistar deberá superar cinco pasos de montaña con la llegada final al Monte Avena.