La crisis en Cleveland ha estallado con toda su crudeza. Y la onda expansiva salpica al vestuario y a los despachos. Ni siquiera Lebron James se escapa aunque luce unas estadísticas espléndidas (27,1 puntos, 7,3 rebotes, 7,1 asistencias), que le harían potencial aspirante a su quinto título de MVP y ha entrado esta misma semana en el Olimpo de los Elegidos, al convertirse en el más joven de la historia en llegar a los 30.000 puntos.

No hay por donde coger al equipo de Tyronn Lue. Los Cavaliers son una sombra del campeón de hace dos años. O del finalista de la pasada temporada. Ocupan la tercera plaza en el Este. E incluso ven peligrar esa posición, inmersos en una montaña rusa de sensaciones. «Está siendo un año difícil, el más duro y desafiante», admite Lebron, que se plantea una nueva salida de Cleveland a final de temporada, molesto por que en las oficinas no inviertan y refuercen la plantilla para luchar por el anillo.

Cleveland ha perdido diez de sus últimos trece partidos. Los números desde Navidad (están 3-10), son terribles: son el segundo peor equipo de la Liga en este periodo, teniendo en cuenta con dos de sus tres victorias han llegado ante Orlando Magic, último del Este. En ese tramo tienen la peor defensa de la NBA (encajan 114,7 puntos por partido) y son el equipo que peor tira de tres (31,7%).

El equipo de Lue se descompone y Lebron, que ya ha cruzado la frontera de los 33 años, se consume. Ve cómo se difuminan las oportunidades. Con tres anillos de campeón (2012, 2012 y 2016) sabe que debe jugar bien sus cartas, porque el tiempo corre en contra.

Cambios irrelevantes

La llegada de su gran amigo Dwyane Wade, de Isaiah Thomas y Jay Crowder en el traspaso de Kyrie Irving hacían pensar que los Cavs habían mejorado la plantilla y podían aspirar a su cuarta final consecutiva. Pero las sensaciones son muy negativas. Las lesiones (Thomas y Derrick Rose) y el bajo nivel de JR Smith, Crowder, Shumpert y Tristan Thompson complican el futuro.

A la desesperada, los Cavs buscan refuerzos antes del límite del 8 de febrero, con DeAndré Jordan y George Hill como favoritos. Y aún colea el enfado de Lebron por no atar a Paul George en verano.

Hoy en día los Cavs son la comidilla. No hay tertulia en la NBA en la que no se de por hecho el adiós de Lebron, se dice que a los Lakers, que se especule con la destitución de Lue, que se insista en el mal ambiente en la plantilla o se dé crédito a las críticas del vestuario contra Kevin Love o Isaiah Thomas.

Ese es el ambiente que se respira en el reino de Lebron, consecuencia de una racha en la que los Raptors les pasaron por encima (+34); los Warriors, muy sobrados, asaltaron Cleveland; en la que los Thunder los tumbaron con saña, metiéndoles 148 puntos y en la que los Spurs le amargaron la celebración de los 30.000 puntos a James.

«Nunca me habían metido 148 puntos. Ni en los videojuegos. Los Thunder hicieron lo que quisieron y así no podemos pensar en ‘play-offs’. Nos eliminarían con facilidad», se lamentó Lebron, que empieza a perder la paciencia.