En casa de los Gutiérrez el fútbol ha sido un modo de vida. Raúl, el padre, ya experimentó lo complicado que es este deporte. Vivió el fútbol antiguo, el de campos de tierra y actitud guerrillera. Compitió en el juvenil del Real Zaragoza y, posteriormente, continuó su carrera en varios equipos de la geografía aragonesa. Ahora es coordinador en el Stadium Venecia, mientras ve como el chaval que encarna su nombre está cerca de asentarse en el Real Zaragoza. «Me van a acabar llamando el padre de Guti», explica Raúl entre risas.

Con ocho años comenzó su pasión. Un pequeño Guti daba sus primeras patadas durante los descansos en el campo del Monegrillo. «Yo era el entrenador del equipo y él venía conmigo, ahí conoció a Julián Delmás». Fue en esos intensos rondos, que duraban cerca de quince minutos, donde se fraguó la amistad que comparten ambos jugadores. Lejos de esos episodios de la infancia, el fútbol fue para Guti una vía para vaciar esa actitud enérgica que tenía de joven. «Era un trasto, no paraba. Cuando estaba callado es que tramaba algo. Un día metió un zapato en el microondas y lo puso a tope. Nosotros olíamos a cuero y no sabíamos qué podía ser», confiesa.

Su infancia fue de grava y porterías pintadas con pintura en las paredes, con su madre Paqui regañándole por dedicar más tiempo al balón que a sus deberes. «Le encantaba Paulo Roberto, uno de sus jugadores de fútbol sala favoritos». El salto hacia el balompié clásico lo daría en el Giner Torrero, tomando la línea de bus 34 desde la zona del Parque Pignatelli, donde residen. «Ahí comenzó a crecer, luego pasó al Stadium Casablanca y Ramón Lozano ya lo tenía en su agenda». Él fue el principal valedor para que el centrocampista acabase en la Ciudad Deportiva dentro de la categoría de División de Honor. Llegó al sitio con el que sueña todo futbolista zaragozano. «Para Raúl fue un sueño aterrizar en el Real Zaragoza. Él era un chico que iba a La Romareda y cantaba el ‘Zapater te quiero’».

Ya en categorías inferiores veían la capacidad de un jugador silencioso a la par que cumplidor. No acaparaba todas las miradas, pero crecía bajo los patrones de la humildad tan arraigados en la cultura zaragocista: «Muchos futbolistas se creen que son alguien cuando no han hecho nada. La humildad y el trabajo lo es todo, y Raúl lo tiene», asevera su padre. Esa línea progresiva que vivió también en el RZD Aragón le permitió tener su premio y debutar ante el Tenerife. «Su primer tiro se fue muy alto, pero el segundo entró. Así es él, siempre busca perseverar». Tras su debut en Liga está asentándose en la primera plantilla, rodeado de piezas de renombre en el fútbol español. «Zapater le dice a Guti que tiene un gran potencial y que le haría mucha ilusión que en el futuro acabasen jugando juntos en el centro del campo». Raúl Gutiérrez padre le dice a su hijo «no eres consciente de lo que significa que Zapater te diga eso. ¡Es como si Messi se lo dice a un chaval de la casa!».

Contra el Valencia Guti le cambió la camiseta a Dani Parejo, «le dijo a Raúl en el vestuario que había hecho un gran partido». La quería por lo que le gusta el jugador, y porque el apellido de Paqui, su madre, es como el del capitán valencianista. «Le hizo ilusión a su abuelo materno, pero la camiseta se la enmarcará». Raúl, hijo, está cerca de convertirse en jugador del primer equipo. Sería premiar una trayectoria de trabajo y dedicación sobre un sueño. «Raúl está muy comprometido y va a ayudar en lo que Natxo le diga. Cada día se empapa de conocimiento. Solo desea crecer en el Zaragoza», cuenta su padre, Raúl Gutiérrez.