A 14 años de su debut con la selección mayor y 12 años de su primera y centelleante aparición en Copa América, Leo Messi sigue dando vueltas en círculos con Argentina. Su tiempo incomparable como jugador deja por ahora un agujero negro en el seleccionado y la recurrente pregunta que en los hechos autoincrimina a la siempre caótica federación: ¿cómo ha sido posible semejante desperdicio de su talento?

Brasil fue otra vez escenario del interrogante que lo persigue desde 2006. «Es un extraterrestre. Tanto en las acciones con pelota como sin ella. Más allá de las cualidades individuales de los otros futbolistas, él merece esa reverencia», se inclinó Tite después de la victoria brasileña. Y otra vez, el tono de las apologías, incluso en boca de un vencedor, provoca el efecto contrario en Buenos Aires. Aflora un reconocimiento molesto e incluso vergonzante: el equipo nacional solo supo aprovechar a cuentagotas de su estrella y goleador histórico.

Messi se ha esforzado una y otra vez, con sus luces y sombras. ¿Hasta cuándo? «Si es por edad está claro que tiene margen de sobra para cumplir otro ciclo mundialista -llegaría a Qatar, a fines de 2022, con 35 años-. Si es por fútbol es aún más evidente que no hay argentino que esté a su estatura. Si es por actitud también parece que tiene cuerda para rato. En Brasil se vio una versión mejorada del Messi líder», señaló el diario Clarín.

«Me encontré muy bien con este grupo. Si tengo que ayudar, lo voy a hacer desde donde me toque», dijo él tras la eliminación. Alguna vez fue el más joven de todos y se puso bajo el ala de Román Riquelme. Hoy es el mayor, y desde ese lugar auguró mientras se lamía las heridas de la derrota: «Empieza algo nuevo, algo lindo. Hay una camada buena, a la que hay que darle tiempo. Hay que dejarlos que crezcan».

La renovación a tientas del seleccionado no muestra figuras emergentes. Por eso, todo volverá a recaer en el astro del Barcelona en las eliminatorias sudamericanas con vista al Mundial.

Han pasado 14 años y una parte pequeña pero estridente de la opinión pública no se cansó de medir la intensidad de su canto patrio como prueba de la fidelidad a una camiseta. Lo acusaron de querer jugar con sus amigos. Le han reclamado que brille tanto o más que el Barcelona. En estos casi tres lustros ha quedado en evidencia que la Federación nunca supo qué hacer con el diamante salvo convertirlo por la fuerza en carbón. Quince años y muchos proyectos con sus respectivos entrenadores arrojados por la borda. Toda una era y ninguna flor con la selección.