Poco hay que explicar sobre el Real Zaragoza y El Sadar. Ha sido tradicionalmente un mal trago para el equipo aragonés, tantas veces zarandeado en el campo y vejado en las gradas. Allí se escuchan, por ejemplo, esos desagradables cánticos contra la Virgen del Pilar que no hay zaragozano que degluta. Un año tras otro, pese a algún que otro intento de medio pelo, en el estadio pamplonés se tiene que aguantar a unos cuantos impresentables, más o menos acompañados según y cómo, coreando esas tabarras en las que mezclan política, goma 2, nacionalismos, ETA, vírgenes y cualquier sandez que se les pase por la cabeza. La atmósfera siempre ha sido dura. Muchas veces se ha llevado por delante al Zaragoza, al equipo, superado por ese ambiente casi belicoso.

Dirán en Pamplona que en La Romareda viene a ocurrir lo mismo. Tendrán razón, en parte, porque en el coliseo aragonés también hay insultantes bobos, aunque sus cánticos no son acompañados por una parte importante de la grada. Sí sucede eso en El Sadar, como han referido numerosos protagonistas. Lo hizo no hace mucho un navarro, el exjugador Jesús Glaría, que explicó que los cánticos contra el Zaragoza son más generalizados de lo que se admite.

Ese será el primer rival de este erguido Zaragoza en la sobremesa del sábado. Les han informado a los chicos nuevos de que es conveniente calentar con impermeable, de la presión y la impresión que imprime el rugido de la grada, que impulsa a su equipo incansable. Por ahí ha ganado muchos partidos el Osasuna en su historia. Al Zaragoza también, o sobre todo. Se le atraganta al equipo aragonés ese campo en el que solo ha ganado cuatro veces, en el que hoy tiene la posibilidad de demostrar que su renacido fútbol puede con todo.

Saben los zaragocistas que el partido llega en el mejor momento de la temporada, después de sumar cinco victorias consecutivas. El equipo de Natxo González es el mejor de la segunda vuelta, se siente robusto, imponente sobre el campo, donde los malos ratos en campo propio cada vez son menos. Al otro lado, junto a la puerta rival, va apareciendo mucho más comúnmente, de tal manera que ha marcado dos o más goles en esos últimos cinco choques que le han elevado a la orilla de los mejores.

La vida es bien otra hoy en La Romareda. Tanto que el partido no puede ser clave pero no supone una necesidad. El Zaragoza, se puede creer, podría perder y no sería una tragedia en una lectura global. Incluso cediendo quedaría más o menos a tiro de la zona de playoff con once jornadas por delante. No es la idea, claro. Al contrario, la intención es ganar, ser dominante si el encuentro lo permite, dejar medio liquidado a un rival directo y plantarse entre los seis mejores por primera vez en la temporada.

No sería poca cosa tumbar al enemigo navarro la misma tarde que la realidad clasificatoria le da razones para creer incluso en el más allá. Es el ascenso directo, se entiende. Sí, sí, el directo. El Zaragoza de hoy se presta a hablar incluso de este asunto que hasta hace cuatro días era tabú, que más de uno no quería ni mentar. Eso sí, muchos ven en El Sadar la frontera de la verdad. En Pamplona llega la hora de rugir frente a todo un estadio, de mostrar la personalidad de un equipo ganador, de un grupo que, dice, a ratos se siente superior a cualquiera.

No quiere decir esto que el partido se vea como un asunto accesible. En El Sadar no solo habrá ruido lateral. Habrá fútbol de talento y las particularidades propias del juego local. Hay buenos jugadores en el cuadro rojillo, como Mérida, Quique, David Rodríguez y compañía, que a veces mezclan con estilo norteño, acumulando córners y faltas a favor a su estilo directo. Por ahí teme el peligro el Zaragoza, que quiere imponer su método la tarde que puede alinear su alineación preferida. Grippo, se supone, volverá al centro de la defensa. Pombo, seguro, formará en la delantera. Y estará Zapater, y Lasure, y Guti... Hasta Delmás en el banquillo, por si acaso. Al Zaragoza más aragonés del siglo le toca rugir contra todo un estadio para demostrar que el ruido, en el fútbol, a veces es poca cosa.