Cuatro triunfos en Liga en 57 visitas al Bernabéu, donde las derrotas son 47. Solo ese dato sirve para ilustrar el valor histórico del botín firmado en el coliseo blanco. Allí, el conjunto aragonés había ganado en los cursos 83-84 (1-2), 97-98 (0-2) y 99-00, aquel inolvidable 1-5 del que ya hacía más de once años, una goleada histórica y que supuso un antes y un después para el zaragocismo.

A esa colección se suma la cuarta victoria conquista lograda ayer, en la que se aúnan el mérito de ganar en tan difícil escenario y el valor que tiene en la lucha por la permanencia. Por eso merece entrar con letras de oro en la leyenda de un equipo que ha escrito demasiadas páginas tristes en su historia reciente, en la era de Agapito Iglesias. Por eso alegrías como ésta se disfrutan mucho más, ya que venimos de tiempos de mucha oscuridad. En el Camp Nou, el Zaragoza, por cierto, solo ha ganado dos veces en Liga. En el Bernabéu ya dobla ese registro.

Y se ha firmado tan difícil triunfo en un curso lleno de sinsabores a domicilio. Hasta arribar al Bernabéu era el equipo que menos victorias había sumado, con solo una en La Rosaleda, el segundo peor en puntos por detrás de Osasuna, con 9 de 48 que ahora son 12 de 51, y había dejado clara una doble vida, exultante en La Romareda y repleta de irregularidad de visitante. Es cierto que en los últimos tiempos había demostrado ser un adversario difícil de ganar, que lo enseñó en el Pizjuán, en el Camp Nou o en El Madrigal, pero los números eran claros y el Zaragoza caminaba sobre el alambre por culpa de su pobre bagaje viajero, felizmente mejorado con el segundo triunfo fuera.

El valor numérico del botín son tres puntos. El Zaragoza que ganó sufriendo al Almería salió del descenso con un punto de renta sobre esa zona y abandonó el Bernabéu, con la misma sensación de tener el corazón fuera del pecho y con cuatro puntos de ventaja sobre Osasuna, próximo visitante en La Romareda y que hoy recibe al Valencia.