No es sencillo saber hasta qué punto y en qué grado Leo Franco tiene que ver con esta travesía de tan poca chicha competitiva. Desde luego es responsable porque suya es la decisión de fomar los equipos, de confeccionar las alineaciones, que han dado saltos de rana desde prácticamente la tercera jornada en busca de una personalidad que nunca tuvo muy desarrollada y que ha perdido por completo. El entrenador busca quizás donde no hay, y si existen argumentos dentro de la plantilla para seguir luchando por la salvación, no los encuentra. Está hecho un lío y se le nota. En Valladolid formó un once de esos que se presentan como una declaración de intenciones mínimas. No estaba el lesionado Melero y debutó Sastre, con Gallar y el Cucho en el banquillo. Con dos laterales fuera de lugar. Y, por supuesto, siempre con Semedo, ese central que abre las cremalleras al revés con ramalazos que necesitan un intérpetre de lenguas muertas. Con Leo Franco en el banquillo se desconoce aunque se adivina el futuro, pero con el portugués de comandante defensivo, la batalla puede darse por perdida.

Carece el Huesca de alegría, de seguridad, de desparpajo y, encima se ha reñido con el gol. Lo persigue con los marcadores en contra, con el técnico moviendo todas las fichas del ajedrez para regresar al punto de partida que no es tal porque los adversarios juegan con muchas ventajas para superar los acosos desordenados, a la brava, con el reloj restando minutos a toda pastilla. Es un principiante en la categoría que va dejando un rastro muy visible de inocencia y de falta de rigor. En esta cita, se arrugó en la pizarra y el Valladolid le planchó sin disponer de grandes ocasiones, con una falta directa (firmada por el brío desmedido de Semedo en la entrada) a la que Jovanovic acudió en modo estatua cuando la lanzó Alcaraz. Con un tiro en el brazo, el Huesca comienza a desangrarse. Sobre todo si le han aleccionado para que esté siempre por detrás del balón. De esa forma, cuando lo recupera, se pone a pensar y le dan las campanadas. Al principio era un equipo aventurero y osado; ahora, una sombra muy triste que apenas desprende algo de luz cuando mayor es la ansiedad. Semedo, Gallar y Longo tuvieron el empate mientras se baja el telón, con pelotas colgadas al gallinero en busca de un rematador sea quien sea, central, lateral o portero. O Gürler, quien está siempre sin cobertura ni batería.

El Huesca se tiene que sentar y reflexionar. El parón por los compromisos de la selección le ofrece un espacio para hacerlo porque dispone de mucho tiempo para plantearse soluciones en su objetivo de la permanencia. Agitar la coctelera en las alineaciones no es una de ellas como ha quedado patente. Su meta, desde que ascendió, ha sido asumida por todo el mundo, aunque conviene releerla sin perder los nervios, reseteando para adquirir al menos una huella digital reconocible para los futbolistas, a quienes se les ve sin rumbo. No es sencillo y nadie dijo que lo fuera. Si lo complicas, la dificultad, entonces, se desborda para un conjunto que debe subir varios escalones en su fiabilidad defensiva sin renunciar a su naturaleza atacante. De morir, con las botas puestas.