Una cicatriz en la cara diferencia a los hermanos Simon y Adam Yates. Casi, si quisieran, podrían cambiarse; un día ir uno de líder y el otro a cola de pelotón recuperándose de las heridas físicas y mentales de la batalla de la Vuelta. Se les diferencia en carrera, sobre todo, por el color distinto de las zapatillas que utilizan para que sus pies muevan los pedales de la bici.

El Mitchelton, el conjunto que los paga, patrocinado por una bodega de vinos australiana, ha resguardado a Adam, al que apenas se le ha visto asomar el pelo por la cabeza de la Vuelta. Llegó del Tour menos fresco que su gemelo, que Simon, el que parecía que iba a ganar el Giro con una sola pierna y, de forma inesperada, se hundió en el mismo número de etapa que este viernes se afronta en Andorra, a tres días del final. Si bien es cierto que su compatriota Chris Froome le dio un meneo que ya ha pasado a la historia y que muy pocos habrían resistido al cuatro veces ganador del Tour y una vez de la Vuelta en un día de inspiración casi divina.

«Valverde y Mas intentarán quitarme la carrera pero conozco muy bien Andorra y creo que esto es una ventaja para mí». Alejandro, llamado el Bala en el pelotón, también conoce el Principado y todas sus montañas, de triunfar en ellas, en la Vuelta. Hace dos años se planteó si también se trasladaba a Andorra, pero decidió quedarse por razones familiares en Murcia. Ninguna de las cimas previstas en el guion de la Vuelta le va a sorprender. Tiene a un equipo, el Movistar, que sabe trabajar en este tipo de etapas. Y, como debe ser, el apoyo de Nairo Quintana, ya con una general que se le ha puesto imposible. «Me gusta oír y tener su apoyo», afirmó el ciclista murciano al término de la 18ª etapa en Lleida, que no tuvo más historia que una fuga que la victoria del belga Jelle Wallays). Si Yates se juega la Vuelta en casa, si Valverde no tiene intención de asumir el papel de visitante en unos puertos que también se conoce de memoria, Enric Mas no quiere ser menos. En febrero abandonó su Mallorca natal. Él es de Artá pero últimamente vivía en Valldemossa, porque de allí es su novia. Y, como más de 60 profesionales de la bici, se instaló en Andorra. Y ha sido precisamente por cimas como La Rabassa (hoy), Beixalis, Ordino, La Comella y La Gallina (mañana) donde ha estado preparando todo lo que llevamos de año la Vuelta; en exclusiva. Ni Giro, ni Tour, ni ningún otro objetivo que no se llamase ronda española. Mas ha perdido la cuenta de las veces que ha subido por las cimas que deciden la Vuelta este fin de semana. «El país es muy pequeño y nos conocemos todas las montañas», palabra de Yates. Por eso, la sorpresa no estará tanto en los encantos que esconda el territorio como en la fuerza de las piernas, en las tácticas y también -ojo al dato- en unas bonificaciones (10, 6 y 4 segundos se reparten los tres mejores de la etapa) que se entregan cada día en cada llegada. ¿Y si hay que esperar a que La Cibeles madrileña sea la que decida la carrera?