Este domingo se enfrentaron en El Alcoraz dos plantillas que no conocían la victoria y salieron del estadio en las mismas. Ni el Huesca ni el Valladolid se auxiliaron en su pesar. El reparto de puntos fue un remedio insulso para el despliegue de toque que se consolida como la marca personal de Míchel Sánchez y sus huestes. Un emblema que no le es suficiente. La carencia de triunfos empieza a ser una reiteración preocupante por la ausencia de productividad de las ocasiones fabricadas, esta vez doce (16% de efectividad por 40% del adversario con cinco remates). Duele que poco han necesitado dos rivales directos, como el Cádiz y el último visitante, para sacar algo positivo de Huesca.

Si queremos ver el vaso medio lleno, la última jornada sirvió para romper varias barreras de cristal. Por primera vez celebró dos tantos la misma noche. Esta efeméride de felicidad únicamente le valió para rescatar un empate, su resultado fetiche. Cinco de las seis fechas han concluido en tablas para los aragoneses, acurrucado en los puestos de cola. Sus dos compañeros de ascenso le anteceden tras obrar dos desplazamientos triunfantes en Madrid (0-1 el Cádiz con 10 puntos) y en Vitoria (0-2 el Elche con 7 puntos y dos partidos menos).

Otro hecho insólito. No para la normalidad del fútbol, sí para este grupo. Marcaron los delanteros. Hasta ese momento eran dos defensas (Maffeo y Siovas) los artilleros. Se estrenaron Mir y Sandro para igualar un 0-2. El murciano fue alineado en solitario en punta, con su compañero Okazaki lesionado y con el nuevo fichaje sin rodaje para tantos minutos en la inauguración. Mir se encontró con Roberto en varias ocasiones, atajándole hasta tres cabezazos, el final en el minuto 90. El tanto surgió de un pase a la espalda que cazó para esculpir una inalcanzable rosca al palo contrario.

Lo de Sandro es algo histórico. Debutó y a los 20 segundos estaba celebrando un gol. Un hito subrayado por la sequía del grancanario en los últimas tres años. Entre Everton y sus sucesivas cesiones al Sevilla, Real Sociedad y Valladolid había cosechado tres dianas. En Huesca entró por la puerta grande, aprovechando un rechace a un cabezazo de Siovas en su primera intervención. Empieza a echarse de menos una mayor implicación de los centrocampistas. Anulado Mikel Rico, tras dar positivo en covid, todos los medios alineados se presentan más como generadores que como ejecutores. Seoane estuvo lejísimos del área ayudando a Mosquera. Ferreiro asume mucha responsabilidad en centros y circulación pero remata poco. Se sienten algo inadaptados al sistema a Ontiveros y Borja, normal porque casi acaban de llegar. La actividad mostrada por Sergio Gómez en los minutos finales podría ser una alternativa para promover una ruptura. Eugeni, Real o Doumbia esperan su momento.

Y es que el Huesca la mueve y la mueve (468 pases ante un Valladolid que completó 196), de pie en pie. Se echan en falta pases al hueco, como el del gol de Mir, en profundidad, rupturas y regate. El centro constante no parece suficiente y se hilvana poco peligro por el medio, tampoco con disparos alejados. La baza del juego a balón parado está siendo utilizada merced al poderío físico de Siovas. La medida del equipo de Míchel se comprobará en las próximas dos semanas en las que visitará al actual líder de Primera, Real Sociedad, y al anterior, el Real Madrid. Estos viajes descifrarán la altura competitiva de un grupo que ha tuteado a Villarreal (1-1), Valencia (1-1) y Atlético (0-0).