En las calles de New York y Chicago no se juega por jugar. El baloncesto es una religión, una fe en la que agarrarse para escapar del agujero de la pobreza, del maleficio de la droga, y cumplir la difícil profecía del sueño americano. La jungla se traga a los débiles. Sólo ganan los más fuertes, los que más anotan, los que más saltan, los que más... Ese espíritu del streetball se conserva intacto en Otis Hill (Bronx, 1974) y Aaron McGhee (Aurora, 1979). Llega el momento de la verdad, el agónico segundo que separa el todo y la nada, y ellos no van a dudar en elevar la mano y pedir la última bola. Ambos quieren ganar, ser los protagonistas y llevar al CAI y al Granada a la ACB. En la puerta de acceso sólo hay sitio para uno. El otro tendrá que quedarse fuera.

"El playoff es el playoff. Es el momento de la verdad", dice Otis (2.04 metros). "La adrenalina sube por las nubes. Me encanta. Me siento muy motivado", asienta McGhee (2.02 metros). Sus palabras son paralelas y su trayectoria, ascendente. Han asumido el liderazgo anotador de sus equipos como una ley natural. Lo de McGhee es para nota. En la fase regular se quedó en 14 puntos por partido (52% en el tiro y 7 rebotes). Ante la Palma ha promediado 20. Una mejoría que le ubica como el hombre más caliente del Cebé . "Sabe que el equipo lo necesita más ahora, que debe anotar con más facilidad. Lo hace y eso es un mérito a su favor, por supuesto. Pero no me preocupa", dice tranquilo Otis.

EL MEJOR DE LA LIGA A Big O tampoco le van mal las cosas. Fue la pesadilla del Plasencia. Estuvo torturado a hachazo limpio por Guillem Rubio y Roy Kruiswijk, pero no se amilanó. Se mostró más regular y determinante que nunca (igualó en la serie los 16 puntos de toda la temporada) y además mostró una fiereza especial en la defensa, su gran talón de Aquiles. "Otis es un grandísimo jugador. Probablemente el mejor de la LEB. Juega cada partido al límite y es muy duro pararle", le describe McGhee.

Bautizados en el playground y pulidos en las clases de dos potencias en la NCAA (Syracuse y Oklahoma), Otis y Aaron se quedaron en las puertas de la NBA y emigraron forzosamente a Europa. Hill ya es un trotamundos y McGhee apenas un recién aterrizado (Es su segundo año en el continente. El año pasado jugó en Scavolini y Cantabria). Su currículum no es su única diferencia. Sobre la cancha despliegan un baloncesto diferente. El granadino es más un cuatro, un powerforward ágil al que le gusta descolgarse de la pintura para matar desde fuera (36% de tres). "No me va a sorprender. Sí, él puede tirar desde fuera, pero yo también, aunque no lo haga habitualmente. Defenderlo no va a ser un problema. Yo sabré controlar su juego", predice Big O .

UNA UNICA PUERTA Otis se siente más cómodo en las distancias cortas. Giro por un lado, giro por el otro, varios amagos y para dentro. Si la coge en el poste el peligro es inminente. Toda la LEB lo sabe. "Tendremos que estar muy concretados en defensa porque él sabe utilizar el mínimo despiste para anotar. Todo el año ha soportado defensas dobles y en ocasiones se les ha atragantado. Esa es la línea que esperamos seguir, pero con todo, cumplir esa previsión no nos asegura el éxito en su defensa", explica McGhee.

Otis no esconde su sueño de estar con el CAI en la ACB. A Aaron no les gustaría repetir la triste historia que vivió con Oklahoma en la Final Four 2002 (cuando perdió en semifinales de la NCAA contra Indiana, quedándose a un paso de la gran final). Sólo uno podrá cumplir su deseo, dar el paso hacia la élite, y como en la calle, la pista, la ACB, se quedará sólo con el más fuerte.