Advirtió Luis Enrique: «Vamos a jugar al ataque, a presionar, a generar más que el rival, a dominar las fases importantes del juego. Ya veremos luego si encontramos los espacios. El estilo será el mismo en cuanto a querer llevar el peso de los partidos, pero hay que cambiar matices. Con una idea similar aterrizó el entrenador asturiano en Barcelona. Allí se encontró con unos cimientos sólidos, capaces de sustentar el rascacielos, y fueron esos matices los que devolvieron a su mejor nivel al Barcelona de Messi. El peso específico del equipo pasó a estar sobre los hombros de Messi, Luis Suárez y Neymar, la intención inmediata ya no era llevar el balón al medio y construir desde ahí, sino propiciar espacios para que los tres delanteros se sintieran cómodos y con ventaja.

En la España que se ha encontrado Luis Enrique, las cosas son diferentes. El equipo tiene que hallar nuevos referentes sobre los que crecer. Es el nuevo entrenador el que tiene que entregar galones y serán los jugadores los que tengan que asumirlos. «El objetivo es evolucionar el modelo y dejar de ser predecibles», dijo ayer el seleccionador.

El reto de Luis Enrique no es despreciable. Debuta esta noche (20.45 h.) ante Inglaterra en el estadio de Wembley tras apenas una semana de trabajo, con 11 seleccionados nuevos respecto al Mundial y con la herida de la derrota ante Rusia en octavos de final todavía reciente, ahondando en una cicatriz que no se cierra desde Brasil 2014. «De inicio partimos del 4-3-3, que es el sistema que más me gusta», previno Luis Enrique en su presentación. Más allá, las incógnitas comienzan en la portería, pasan por casi todos los puestos, y terminan en la delantera, con la baja por paternidad de Diego Costa.