Los suplentes del Deportivo ganaron con relativa facilidad a un Real Madrid que tuvo sus ocasiones --hasta tres tiros al palo-- pero que terminó muy cansado, sin recursos y sin la chispa necesaria para culminar con acierto las jugadas de ataque. Tras este resultado, la Liga queda en manos del Valencia, que hoy podría asestarle un golpe casi definitivo si vence al Betis. También supone una gran oportunidad para que el Barcelona se acerque a un punto del Madrid y entre de lleno en la lucha por la segunda plaza de la tabla.

No podrá reprocharle nadie al Madrid falta de ganas. Los blancos sabían que medio título estaba en juego en Riazor y salieron concienciados de que sólo les valía ganar. Como ocurriera hace una semana en el Bernabéu, los primeros minutos y las mejores ocasiones fueron del equipo que dirige Carlos Queiroz. Hasta en cuatro oportunidades se estrellaron contra la madera, pero no fueron capaces de marcar ningún gol, certificando su mal momento y, sobre todo, su cansancio.

Dominaba el Madrid pero llegó el gol de Tristán en el minuto 29 y, con él, aparecieron simultáneamente las ganas en los locales y el agotamiento, unido a la desesperación, en los visitantes. La inefectividad madridista fue clave para su derrota. Para colmo de males, el Madrid se quedó con un hombre menos por la autoexpulsión de Zidane, que realizó dos feas entradas por detrás en apenas diez minutos que le costaron la tarjeta roja por doble amarilla.

Pese al tanto encajado, los madridistas no se amilanaron y continuaron haciendo su juego, pero volvieron a toparse con los postes gallegos. Ronaldo y Raúl malograron sendas ocasiones contra la madera. Y no cambiaron las cosas en la segunda parte. De nuevo el delantero y el capitán blancos no pudieron batir a Molina en dos nuevas oportunidades, aunque también Diego Tristán perdonó el segundo tanto al entretenerse ante Casillas.

La desmoralización iba minando las fuerzas blancas, apagando el juego y las ocasiones del equipo, mientras que el Deportivo se animaba poco a poco hasta hacerse con el partido, fruto de la superioridad numérica con la que contó desde el minuto 41 y del ritmo impuesto por Djalminha. El mejor momento del Depor se concretó el el segundo tanto, la sentencia, que llegó en el minuto 69 con un espectacular zapatazo de Capdevila al saque de una falta indirecta, desde unos 30 metros de distancia, que se coló como un obús en el portería que defendía Iker Casillas, sin que barrera ni portero pudieran impedirlo.

Fue el preludio de la fiesta en La Coruña. Riazor terminó haciendo la ola tras la victoria de su equipo, que garantiza la presencia del Depor en la Liga de Campeones la próxima temporada, y soñando con repetir otro triunfo ante el Oporto en la máxima competición continental. Mientras, el Madrid se marchó cabizbajo, con la única esperanza de que hoy pinchen el Valencia y el Barcelona para mantener intacta su posición y no dar la Liga por perdida, a falta de tres jornadas.