No fue la versión más brillante, desde luego, pero el Zaragoza se metió en la mina, en la caverna más profunda que supone un escenario como el de Anduva, que recuerda más a Segunda B que a la categoría de plata, y ante un Mirandés correoso e intenso logró sacar oro puro, un triunfo que prueba su madurez como equipo y que le mantiene arriba, empatado con el ascenso directo. Un remate de cabeza de Roger dio los tres puntos a un Zaragoza que solo ha encajado 5 goles en 9 citas, donde ha firmado 20 puntos, cifras que solo conducen a Primera, al deseado retorno. Es su momento, la hora de enfilar la senda hacia la élite y no lo puede dejar pasar. No lo está haciendo.

El partido discurrió por lo previsto. El Mirandés, tan escaso de recursos como sobrado de ánimo, planteó una batalla gramo a gramo en cada porción de césped y el Zaragoza no se escondió. Nada que ver con el equipo que se olvidó de plantar cara en Sabadell o en Eibar, esta vez había que ponerse el mono de trabajo y el equipo se lo puso. La salida de Víctor fue la clave en la segunda parte, el gol de Roger, en una falta lanzada por el mediapunta, marcó la diferencia y el Zaragoza, con un buen trabajo defensivo, con compromiso y solidaridad en todas sus líneas no sufrió hasta la expulsión de Abraham, que como en Mallorca o en Vitoria en Copa vio dos amarillas demasiado rápidas.

Con lo esperado arrancó el Zaragoza en Anduva, aunque con Acevedo más cerca de Paglialunga para contrarrestar la poblada medular del Mirandés. Salió mandón el cuadro aragonés, con un buen disparo de Paglialunga que se fue al larguero y con Montañés activo. Un tiro del extremo estuvo a punto de ser el gol tonto del fin de semana, pero Dani Jiménez reaccionó rápido tras dejar escapar el balón. Sin embargo, ese inicio fue un espejismo y el Mirandés no tardó en equilibrar el duelo. Lo hizo con juego directo, con balones cruzados con destino a Goiría y con Pablo Infante e Igor Martínez entrando por los carriles y generando dudas a Cortés y a Rico.

Un disparo de Pablo Infante que despejó Leo Franco fue lo más peligroso del conjunto local y el partido devino ya solo en un choque intenso, donde la fluidez en el fútbol zaragocista no se veía por ningún lado y sí las imprecisiones, con Barkero y Roger demasiado ausentes. Tampoco Luis García aportaba demasiado, aunque una buena jugada suya terminó en un pase de Montañés al que estuvo cerca de llegar Roger. Con todo, el Zaragoza tampoco sufrió en un primer acto de alternativas en el juego, con una sobriedad atrás en la que César Arzo tiraba de galones junto a un mejorado Álvaro.

Herrera recurrió a Abraham en la segunda parte para tratar de buscar más juego por los carriles y porque Barkero no tenía su día. Con Montañés entrando por la derecha y con la salida de Víctor por Luis García, el Zaragoza creció, se empezó a sentir más a gusto en la zona donde se cocinan los goles, mérito sin duda de Víctor, cuya presencia también alegró la vida de un Montañés tan veloz como demasiado individualista.

CON LA ESTRATEGIA Víctor, precisamente, rozó el gol en una falta al borde del área sobre Montañés en lo que fue el aviso del tanto de Roger, que cabeceó con decisión en una falta botada por el mediapunta catalán para que Dani Jiménez hiciera el resto y el balón entrara en la portería. La estrategia fue decisiva en un tanto que valía su peso en oro. Un nuevo remate de Álvaro tras otra jugada a balón parado pudo sentenciar el partido, pero el central no pudo precisar su cabezazo tras fallo del meta.

El Mirandés, con muy poquito, con Pablo Infante e Igor Martínez como amenazas, buscó más gol con Díaz de Cerio, pero el Zaragoza, muy bien puesto, apenas sufría, tarea donde Álvaro y sobre todo Arzo cumplieron de forma sobrada. Todo se complicó con la expulsión de Abraham. Ahí, el Zaragoza, con el miedo a perder el botín, reculó. Iván Agustín y Díaz de Cerio tuvieron las mejores y la grada de Anduva reclamó una mano de Paglialunga. Sufriendo, con el reloj a paso de tortuga, llegó el final. Y salió el Zaragoza de la caverna con un tesoro en las manos. Sí, es su momento.