El club por un lado, los jugadores por otro y Víctor Muñoz atrapado entre dos mundos aunque eligiendo, con buen criterio, secundar a su plantilla en la decisión de no acudir a la comida oficial. Nunca se podrá evaluar con certeza si la ´guerra de las primas´ afecta o no al rendimiento del equipo, pero lo cierto es que sí lo está haciendo en la relación entre la hinchada y los futbolistas, y ese divorcio provoca síntomas de incomodidad en los profesionales. La erosión más importante, sin embargo, viene del oleaje de unos resultados terribles que han arrastrado mar adentro a una nave frágil. El Real Zaragoza sufre las consecuencias de una planificación presa del gasto ajustado y de la lágrima fácil de los diseñadores técnicos del proyecto, muy dados a justificar su estrechez de miras por fidelidad económica al presidente. El cáncer es deportivo y sólo se puede extirpar con el compromiso de los que están más allá de su pobre medida actual, Víctor incluido, y con la calidad de los que deben llegar en enero.*Periodista