El CAI está de rebajas. Regala los partidos a precio de saldo, sin importarle su valor real en la clasificación ni el caché de su comprador. Esta generosidad espanta, da miedo y construye un panorama desolador para cualquier nuevo inquilino que se asome a esta casa con demasiadas goteras. José Ramón Esmorís se vio engullido por este remolino de desaciertos en un debut entristecido por una derrota agria. "Todo hubiera sido mejor si mi llegada hubiera estado acompañada de la victoria. He aportado todo lo que he podido, pero aún tengo muchas cosas cogidas con alfileres. He tenido buenas sensaciones, pero espero mejorar pronto", declaró el gallego.

Julbe tardó en acordarse que para este partido había un chaval pelirrojo vestido de estreno en el banquillo. El técnico catalán le encajonó en la rotación y apostó por los viejos rockeros para levantar el partido. Pero ni Otis, ni Lester, ni Mesa sacaron las castañas del fuego. Corría el minuto 26 del encuentro, por la mitad del tercer cuarto, cuando Julbe echó un vistazo a su espalda y encontró en el banquillo la última bala. Una cálida ovación recibió al nuevo de la clase, pero el marcador no le guardaba el mismo respeto (50-60). Puso el pie en el parqué y hasta el final no salió de él.

Entre Murcia y Cargol

En este periodo, engañoso por la manipulación del ritmo alocado de la derrota, Esmorís dibujó un esbozo de quién es como jugador de baloncesto. Los que le comparaban con Murcia (por su afinidad al tiro de tres), no estaban mal encaminados. El gallego lanzó un par de bombas, con ningún acierto (0/2), pero en sus movimientos en el perímetro se intuyó una mayor velocidad que su predecesor.

Si algo entregó ayer Esmorís fue entrega. Ganas de comerse hasta la última pelota. El gallego patinó varias veces por el suelo y se enzarzó con bravura en la lucha por el rebote. No pecó de la ingenuidad del novato y no le quemó la pelota a la hora de tirar a canasta.

A esta descarga de adrenalina, que ojalá se contagie pronto entre sus compañeros, se percibieron destellos de un jugador polivalente, algo que venía impreso en su DNI. Es un 4 que sabe camuflarse de 3 , una especie extendida por la LEB, y cuyo hueco estaba vacío hasta ahora en el CAI desde el adiós del capitán Cargol. Su debut, sin ser estelar, apuntó detalles optimistas, que quedarán en nada si no es arropado por la mejoría del equipo.