Los jugadores y el técnico no hallan --o prefieren reservárselo-- un diagnóstico conciso para el mal que les ataca desde hace tres jornadas, desde que comenzaron a perder de forma consecutiva. La flojera es considerable a estas alturas de la competición y amenaza la salud del Real Zaragoza para lo que resta de campeonato, pero si se repasa su historial médico en la actual temporada, se descubre que desde el primer día ofrece graves síntomas de debilidad defensiva en el plano colectivo que han terminado por minar su capacidad para competir por grandes objetivos. Al principio, soslayó ese déficit con arrebatos juveniles, con remontadas de silueta épica que en el fondo trasportaban un sobreesfuezo mayúsculo para contrarrestar esa fragilidad. Fue bonito mientras duró la inexpugnabilidad de La Romareda, pero, poco a poco, quedó al descubierto que su árbol genético desborba una enorme voracidad ofensiva y carece de un mínimo sentido de la conservación.

Los goles a favor y en contra dicen mucho de un equipo. El Real Zaragoza, en la jornada 14, lleva acumulados 20 tantos en la lista negra. El dato no es superficial. Sólo el Numancia (25) y Osasuna (22), su rival del próximo domingo, tienen peores guarismos en esta faceta. Los sorianos son colistas, y el conjunto de Javier Aguirre es vecino en la clasificación del aragonés, aunque dos puestos y dos puntos por encima en una zona templada con tendencia al enfriamiento. La temporada anterior, con Flores en el banquillo y las mismas jornadas consumidas, en el casillero de victorias había una más (6), tres goles menos en contra (17) y un par de puntos (16) por debajo de los que dispone ahora en su cuenta. La proximidad al paralelismo con aquel periodo asusta, acongoja.

DE LOS ELOGIOS A LA REALIDAD Hubo también un tiempo, en el génesis de la Liga, en el que el juego del Zaragoza recogió elogios merecidos por su hábil uso de la metralleta, que disparó también la euforia. Se recordaron viejos tiempos, se apeló a que había regresado el gusto por el buen fútbol de la mano de un entrenador más receptivo que los anteriores por conocer la idiosincrasia de un club al que perteneció y una tierra de la que forma parte, y se escucharon campanas que, precipitadas, anunciaban una campaña de ensueño. El fútbol, que nada tiene que ver con éste o aquel momento, ha traído de su mano a la realidad vestida de cierta crueldad, aunque de intachable honradez: en el grupo que maneja Víctor Muñoz sobresalen algunas individualidades, no muchas, pero la sobrecarga de irregular voltaje atacante ha hecho que salten los plomos de un equipo que defiende de horror, sobre todo en el hogar que antes le servía de refugio antinuclear. En una sola ocasión, frente al Sevilla (3-0), ha dejado su portería a cero ante su clientela. Fuera se ha mantenido inaccesible (0-0) en La Rosaleda y en Mestalla.

La situación actual, que contrasta con virulencia con la época de los fuegos artificiales, no se justifica únicamente en que Movilla se halle a mejor o peor nivel, ni a que Villa haya estado un tiempo en fuera de juego por las lesiones. Tampoco es cuestión de que los centrales salten a destiempo o que a Savio le hayan adivinado el truco. La crisis de resultados y de juego es la suma de todo, con especial incidencia en la escasa atención global que dedica a protegerse del rival cuando éste tiene el balón. El reciente gol de Tamudo retrató con milimétrica exactitud la raíz del problema: no hubo presión en la gente de arriba en una pared entre De la Peña y Dani; nadie del mediocampo pudo frenar la carrera del exzaragocista, cuyo centro templado y exacto cogió a los zagueros totalmente desarmados, con Tamudo solo para batir a Luis García. En ese recorrido, el Real Zaragoza se fue deshuesando hasta quedar sin columna vertebral.

CASTIGOS EN EL MEJOR MOMENTO Descuidado lo ha sido siempre, incluso en las felices jornadas iniciales. El Levante y el Albacete, en los dos primeros partidos del curso en La Romareda, perdieron, si bien ambos consiguieron marcar seis tantos, tres cada uno. De inmediato, esta vez el Bar§a en el Camp Nou, zarandeó al cuadro de Víctor con cuatro más. Después se fueron rebajando los castigos, aunque no la vulnerabilidad, que siguió su curso en Villarreal y a continuación en Santander, donde los dos laterales fabricaron desde campo propio el gol de la victoria de los cántabros, por entonces últimos en la tabla.

Los enemigos tampoco son tontos. Mallorca, Numancia y Espanyol sellaron las bandas, por donde antes Savio, y también Galletti en menor medida, alimentaban el apetito ofensivo del Zaragoza. Ya no marca y le marcan con letal goteo porque lo suyo no es defender.