Alvaro le explicaba a Movilla la jugada de la primera cartulina amarilla que vio y Galletti se unía a la conversación. La imagen corresponde a la salida de los jugadores del Zaragoza al entrenamiento en la Ciudad Deportiva, pero tampoco había demasiadas ganas de hablar ya sobre eso. Era dar vueltas a lo que se había dicho en la charla previa a la sesión, a lo que comentaron después del partido, y no había por qué repetirlo: el mal juego, los fallos de concentración, la superioridad del Nástic, las circunstancias adversas... Todo estaba más que analizado y comentado.

Los titulares en la triste noche copera se situaron bajo los órdenes de Raúl Longhi, segundo entrenador, mientras que Víctor empezó a trabajar con el resto, a los que les esperaba un programa mucho más duro que a sus compañeros. Es lo típico después de cualquier partido. Sin embargo, la mañana en la Ciudad Deportiva fue distinta a cualquier otra de lo que va de temporada, sin duda la más dura, porque el tamaño del batacazo no era comparable a ninguna de las tres derrotas que el equipo suma en Liga.

Los gestos de la tristeza

Rostros serios, pensativos, ni una sonrisa... Los once titulares comenzaron a correr con suavidad por detrás de Longhi, pero sin espacio para las palabras. Sólo Javi Moreno, Milito y Zapater intercambiaron algunas en los quince minutos de carrera suave, en los que el grupo se movió más separado, menos recogido que cualquier otro día después de un partido. Pero, lo dicho, ayer no era cualquier día.

Con Miguel Pardeza como testigo de la sesión, aunque también menos hablador y más pensativo y observador que de costumbre, los titulares terminaron esa breve carrera y se dispusieron a realizar los pertinentes estiramientos. Otros días, Javi Moreno, Luis García, Villa o Alvaro, por ejemplo, hacen bromas o se muestran dicharacheros mientras el preparador físico, Manuel Lapuente, establece los ejercicios a realizar. Es la manera de amenizar un momento de distensión cuando el entrenamiento está a punto de finalizar. Pero ayer no era el día.

Ayer sólo se escuchó en la Ciudad Deportiva a Lapuente dar esas instrucciones en los ejercicios o las arengas de Víctor Muñoz en los partidillos que organiza con los suplentes. Lo demás era silencio. Demadiado silencio. Con éste como protagonista, los titulares ya daban por finalizada la sesión de recuperación. Zapater, Alvaro, Milito, Galletti y Luis García montaron una pequeña tertulia antes de retirarse, pero apenas duró diez minutos, porque no había mucho más que decir.

Ya lo había hecho Víctor con todos antes de la sesión durante 20 minutos. No hubo reprimenda, ni malas palabras. El técnico incidió en el error de concentración del primer gol nada más comenzar el choque, en los fallos y preguntó a Alvaro y a Milito por sus expulsiones, pero sin salirse del guión de análisis de cualquier partido. De puertas para adentro, Víctor también destacó la actitud de los jugadores y les habló de pasar página y mirar para delante. Y en eso mismo, en olvidar cuanto antes lo sucedido y centrarse en el Sevilla, incidieron todos a su salida de la Ciudad Deportiva.

Propósito de enmienda

Lo hicieron con más o menos acritud --"No nos pueden marcar un gol tan rápido y tan fácil en el primer minuto. Y no es la primera vez. Eso ya condiciona todo el partido", decía uno de los jugadores más significativos--, y también citando el elevado peaje que está pasando el equipo por los fallos defensivos en este arranque de curso. Sin embargo, todos, absolutamente todos, hablaron del propósito de enmienda el domingo. Falta hace, habría que añadir, porque la imagen del equipo zaragocista en Tarragona quedó por los suelos, con una decepción que la afición zaragocista tardará mucho tiempo en olvidar. Por eso fue una mañana de trabajo tan distinta.