--¿Le queda alma de portero?

--Siempre te quedan recuerdos, más de lo bueno que de lo malo. De algunas actuaciones buenas, de algunos triunfos... Es algo que te acompaña siempre.

--¿Se parecen poco los porteros de ahora a los de su época?

--El fútbol ha cambiado mucho, pero más los porteros. Yo nunca tuve un entrenador de porteros, los balones eran diferentes, se blocaba más... Era más fácil atrapar las pelotas que ahora, que tienen muchos más efectos. Ahora el lanzador tiene más posibilidades y el portero más complicaciones. Antes se podían prever más los ángulos de disparo y los efectos, aunque ahora se puede estudiar más a los tiradores.

--¿Dónde comenzó?

--Era el más conformista de todos, y entonces se decía: "El que no sabe, de portero" (risas). Comencé con 14 años en San Mateo de Gallego con el Regional, con Mogollón, Sastre I y Sastre II, que eran los hijos del sastre. Yo era un niño y ellos, fuertes y grandes, me tenían mucho cariño. Yo viví en una torre que estaba entre San Mateo y Zuera durante siete años. Allí, en las pajeras que se hacían, me ponía yo y me tiraba todo el mundo. A los 15 años vine a Zaragoza y mi hermano Isidro me introdujo en el Arenas, entonces de Tercera, cuando no había Segunda B. Estuve en el juvenil, en la selección aragonesa juvenil y luego ya en el Arenas de Tercera.

--¿Empezó muy joven?

--A los 18 años ya era profesional, en el Logroñés. Allí teníamos hasta un autocar propio que le habían regalado al club unos indianos. Luego volví a Zaragoza cuando Dionisio Cruz, que había estado desterrado en Chile, fundó el Aragón (1962). Hice una gran temporada y Bescós me llevó al Nástic, donde fui el portero menos goleado de todas las categorías. Di un gran salto de calidad y me fichó el Mallorca, de allí fui al Betis de Primera, donde estuve cinco años. Con 28 llegué al Zaragoza.

--¿Acto seguido se hizo técnico?

--Sí, el primer año tras dejar el fútbol ya fui segundo entrenador, técnico del filial y coordinador de la Ciudad Deportiva. Hacía las tres labores para poder cobrar lo mismo que ganaba como jugador (risas).

--¿Tenía claro que iba a ser entrenador?

--Sí. Cuando estaba en el Betis saqué el número 1 de la Escuela Andaluza. Ya en Zaragoza me saqué el título nacional. Luego estuve de segundo entrenador con Carriega, un gran trabajador; con Muller, que le gustaba mucho el trabajo con balón; y con Arsenio, que tácticamente era un espectáculo trabajando.

--Tres entrenadores bien diferentes...

--Exacto. Aprendí muchísimo con ellos. Y de postre, cuando entró Sisqués, me nombró director deportivo del primer equipo. Yo era el p... amo en el Zaragoza entonces (carcajada).

--¿Qué hizo con tanto mando?

--Fiché a Boskov de entrenador. Él había sido mejor jugador de Italia con la Roma y seleccionador yugoslavo. En cuanto hablé con él me di cuenta de lo que valía y de lo que íbamos a aprender de él.

--Si era el jefe, ¿por qué se sentó con él en el banquillo?

--Había puesto a Luis Costa de segundo entrenador, pero Vujadin le insistió al presidente que me sentara con él. Aprendí un montón e hicimos una relación impresionante. Boskov fichó por el Madrid antes de que acabara la temporada y yo ya me senté en el banquillo en el último partido de Liga.

--¿Cómo era?

--Como persona, de lo mejorcito que he conocido en mi vida, por no decir el mejor. Era un hombre siempre alegre, siempre positivo. El equipo hacía un fútbol alegre y él siempre mantenía el mismo talante. Entonces se hacía mucho trabajo físico en los equipos y él lo cambió. Introdujo el balón y durante muchos años se estuvo trabajando en la Ciudad Deportiva con los ejercicios que él nos enseñó.

--¿Y a tirar de la cantera?

--Claro. Con Muller ya debutaron dos o tres que yo había tenido en el filial, como Víctor o Barrachina. Con Arsenio y Boskov seguimos subiendo jugadores, y cuando cogí el equipo, reuní a todos, más otros que subí. En la primera plantilla había 12 o 14 jugadores del filial.

--¿Cómo fue la convivencia con los Zaraguayos?

--Primero coincidí como compañero y luego de segundo entrenador. Estaban Arrúa, Ocampos, Cacho Blanco, Planas, Violeta, Manolo González... Teníamos un equipo de la leche. Pasé de ser compañero suyo a segundo entrenador de un año para otro.

--¿Era un genio Arrúa?

--Era un mago, tremendo, impresionante. Al principio tuvimos que recordarle que había que ir hacia atrás un poco también (risas), pero hacia delante era impresionante. Fuera del campo era otra cosa.

--Fue uno de esos periodos de transición, con la desaparición de los Zaraguayos y la inclinación hacia un Zaragoza más canterano. Pero también tuvo buenos jugadores.

--Ya lo creo. Teníamos a Pichi Alonso, Amorrortu, Valdano... Se formó un equipo solvente que hizo un buen año. La segunda temporada fue la que conseguimos ser líderes las primeras seis jornadas, pero teníamos una plantilla corta. Le pedí a Sisqués que trajera dos futbolistas que fueran referencia en el centro del campo. No quiso, me enfadé mucho con él y me fui. Entonces llegó Beenhakker y le ficharon 14 jugadores... Toda la cantera se fue a hacer puñetas. Así que me fui al Salamanca, lo ascendí y fui mandándole jugadores traspasados: Herrera, Corchado y Orejuela. Lo que conseguíamos con estos ingresos en el Salamanca era cobrar toda la plantilla.

--¿Puede quedarse con un jugador de los que tuvo?

--Es muy difícil. Yo he entrenado a Kempes, a Rijkaard, a Valdano, a Antic... No puedo elegir a uno, eran de los mejores del mundo.

--¿Cómo era Rijkaard?

--Llegó medio lesionado. El día que vino le puse en la pizarra el sistema con el que jugábamos para que me indicara dónde se sentía más a gusto en el campo. Borró al portero y me dijo: "Del resto, donde quiera" (risas). Así era.

--Ese mismo año ganó la Eurocopa con Holanda y luego arrasó en el Milan de Sacchi.

--Empecé poniéndolo de mediapunta porque llegó medio lesionado. Cuando se fue poniendo bien, lo fui retrasando. Primero lo metí en el medio campo y acabó jugando de líbero. Un espectáculo.

--Con Pepe Mejías también tuvo una relación especial.

--Era un fenómeno, un jugador de una gran calidad, pero poco sacrificado. Luis no lo ponía de principio y le pitaban mucho por eso. Yo hice lo contrario. Lo alineaba de inicio y cuando lo cambiaba, nadie protestaba. Si hubiera sido un poco más sacrificado habría llegado a niveles insospechados. Era un artista, con la guitarra también.

--¿Era esa la época en la que le gritaban 'cabezón'?

--Sí. Yo puedo presumir de ser un gran canterista, pero también debes tener jugadores con condiciones. Estaban Zubeldia, Vitaller, Benedé, Salvatierra, India, Pérez Aguerri, Belanche, Barrachina, Víctor... Llegó a haber alineaciones con siete u ocho de la casa. Cuando no salían las cosas, claro, te ponía la gente de cabezón para arriba. Recuerdo que una vez vino Víctor también a decirme que lo quitara, porque lo ponían a parir. Nos decían de todo, les daba igual que hubiera muchos canteranos. Lo que querían era resultados.

--¿Su último paso por el Zaragoza le dejó mucha pena?

--Mucha. Me había hecho carga del filial cuando Luis Costa se hizo cargo del primer equipo tras la destitución de Espárrago. Estuve siete años y de ahí pasé a la secretaría técnica, hasta que me llamó el Huesca para que fuera a coger el equipo. Lasaosa y Rodri querían que llevara jugadores que conociera y hacer un equipo para mantenerse, pero casi ascendemos. Al siguiente año seguí allí, con permiso del Zaragoza, hasta que me vinieron a buscar faltando 12 partidos.

--¿Llegó convencido?

--Sí. Pensaba que lo íbamos a sacar adelante. Ganamos el primer partido al Atlético y parecía que el equipo iba a salir, pero entre lesiones y egos no hubo manera. No me arrepiento nunca de haber vuelto. Con un poquito más de esfuerzo por parte de algunos se podía haber logrado. He sido zaragocista toda mi vida, con 30 años en la casa, y ese descenso de Mallorca es una espina que tengo clavada.

--¿No le gustó el comportamiento de algunos futbolistas?

--Hubo jugadores que podían haber hecho más. Yo intenté apretarles, pero había cosas alrededor del club... En fin, tampoco me quiero escudar. Lo único que digo es que faltando tres partidos estábamos cuatro puntos por encima del descenso y solo sumamos uno, contra el Madrid, antes de la debacle de Mallorca.

--¿Tanto perjudicaron los celos entre Milito y Oliveira?

--No me gusta hablar mucho de eso. Yo les apretaba y a todo me decían que sí, pero a la hora de estar en el campo no lo hacían.

--¿Es la mejor plantilla que ha podido dirigir?

--Sí. Cuando se hizo la plantilla, la gente estaba convencida de que se podía hablar hasta de luchar por la Liga. Pero ese equipo tenía muchos nombres pero pocos hombres.

--¿Cree que habría ocurrido lo mismo en caso de no bajar?

--Con ese descenso arranca toda la debacle del Zaragoza. Yo estaba convencido de que íbamos a ganar ese partido en Mallorca, pero el equipo no dio la medida. Al menos eso es lo que se puede contar. Fue un desastre.

--¿Qué opina de Agapito?

--Lo engañaron como a un chino al hacer la plantilla y luego se metió en otros charcos con la gente que rodeaba a los argentinos. En esos meses se vivieron cosas increíbles, de verdad. Y yo creo que el Zaragoza le ha costado mucho dinero. Lo malo es que luego aprendió lo que no hay que hacer.

--¿Qué relación tenía con él?

--Una relación magnífica, fluida. Según él, yo iba a estar 50 años en el Zaragoza. Pero un día me llamaron a comer con él y no acudió. Al llegar a casa me enseñó mi hija lo que había salido en la página web del club: "Villanova se desvincula del Zaragoza". Había estado comiendo con Bandrés, Prieto, Bello y Herrera y no tuvieron narices de decirme nada. Así pasaron siete meses. Hasta que me cansé porque empezaron a salir cosas en los medios y un día llamé a Checa. Quedé con Agapito, me pidió perdón 50.000 veces, llegamos a un acuerdo en dos minutos y me pagó lo que me debía.

--¿Qué sensación tiene ahora?

--Ahora por lo menos parece que está a salvo, aunque la destitución de Víctor, a un punto de la fase de ascenso, fue un poco precipitada. Vamos a ver si Popovic es capaz de lograr el equilibrio.

--¿Cuánto cree que le costará al Zaragoza volver a estar entre los grandes?

--Mucho. Una cosa es pensar en que puedes subir, pero después del ascenso hay que hacer un equipo nuevo. Y hay que tener en cuenta que tenemos pocos activos en la cantera.

--Hablando de la cantera. ¿Le gusta Whalley?

--Siendo tan joven, está por encima de lo que se podía esperar de él. Es un portero de gran envergadura, algo que me satisface, y si ha llegado a la sub-21 será por algo. Le falta experiencia, debe ordenar a los compañeros, mandar un poquito más... Pero de momento ha hecho más cosas bien que mal.