El benasquino Gabi Mur lleva la batuta de Aramón Cerler, la estación más alpina del panorama nacional con 60 picos de más de 3.000 metros. El altoaragonés es el director desde hace 12 años, recogiendo el testigo de Salvador Galve. Buena parte del éxito de esta estación de la Alta Ribagorza depende del saber hacer y la gran experiencia de este oscense de 47 años. Cerler es una máquina muy bien engrasada y funciona con la precisión de un reloj suizo gracias a la labor de sus 220 trabajadores repartidos en múltiples misiones. Todos ellos son dirigidos por personas de confianza de Mur. «Todas las actividades se solapan a lo largo del día y dependen unas de otras», afirma Gabi Mur.

La cota máxima de Cerler son los 2.630 metros de altura. Cuenta con 67 pistas, 19 remontes, 7 kilómetros esquiables y 375 cañones de innivación. El director de la estación no tiene un brazo derecho o un lugarteniente, sino que están repartidos entre responsables de las diferentes áreas. El de los remontes es Juan Antonio Castel, el responsable técnico, Marcos Martínez y el de montaña, Juan Carlos Buisán. Otro de los más importantes es el de hostelería, con Mónica Aparicio a la cabeza, mientras que en los servicios se encuentra Enrique Cuber y en marketing, comunicaciones y eventos, Jaime Río. «Este último está coordinado con Aramón. Por último, en recursos humanos trabaja Chus Tarragüell. Con ella estoy todo el día en contacto. Pero todas las parcelas son dependientes», afirma Mur.

De estos dos centenares largos de trabajadores, los que cuentan con más contingentes son los de remontes y hostelería. «En Aramón Cerler contamos con 12 maquinistas, 13 pisteros y medio centenar de remonteros. Son muy especializados los 6 que se dedican a la nieve artificial», indica Gabi Mur.

El director de Aramón Cerler define la instalación como «una fábrica de producción continua. Siempre hay gente trabajando y la estación nunca está parada. Las máquinas pisa-nieve tienen dos turnos de trabajo. Uno de 17.00 a las 24.00 horas y otro hasta las 9.00 horas. Las máquinas extienden la nieve artificial y la arreglan para que esté todo planchado. Cuando llega el cliente se lo encuentra todo preparado. En esta cadena los que tienen la responsabilidad de los remontes, pisters y mantenimiento suben una hora antes de abrir. Estonces aún están trabajando las máquinas. En cuanto a los que se dedican a fabricar nieve artificial, hay un turno desde las 15.00 hasta las 23.00 horas y otro desde la medianoche hasta las ocho de la mañana», explica Mur. Siempre hay gente en la estación. «A las cuatro de la mañana ya empieza la limpieza de los parkings con las cuñas cuando nieva. El mantenimiento de remontes se realiza cuando la estación está parada y sin clientes. Los pisters revisan las pistas y colocan las balizas y pancartas de peligro», añade.

A las siete y media de la mañana entran los encargados del mantenimiento de los remontes. «El horario para los clientes es de nueve de la mañana a cinco menos cuarto de la tarde. Después se inicia la labor del cierre de pistas con un equipo que peina las instalaciones de clientes. Van de arriba abajo revisando las laderas para que no haya ningún despistado dentro de las instalaciones. Una vez que termina su misión comienza el trabajo de las máquinas y de la producción de nieve artificial». Desde las cinco y media y hasta la noche comienzan las actividades del aprés-ski con conciertos en el bar musical. Un único pero, ya que el acceso desde Graus es muy mejorable. El Congosto de Ventamillo es hace mucho tiempo un cuello de botella. La mejora depende del Ministerio de Fomento.