El fútbol profesional no es precisamente lugar para modestos, para clubes caseros cocinados en la humildad, en el trabajo de cientos de personas que de forma anónima y en muchos pasajes de su historia desinteresada han construido una ilusión sin más intención que disfrutar de la pertenencia. Por este camino asfaltado de 60 años de dificultades y tesón (más los anteriores a la refundación), el Huesca ha llegado a su primer ascenso después del amago de la temporada anterior, que finalizó en la eliminatoria contra el Getafe. Esta vez se ha cogido una autopista sin peajes pagándolos todos, pero a bordo de un bólido que además de estético ha demostrado poseer una mecánica perfecta. Un vehículo futbolístico de intachable funcionamiento incluso cuando tuvo que tomar curvas muy cerradas durante ocho encuentros consecutivos sin vencer, víctima de una plaga de lesiones que se cebó sin misericordia con la defensa.

Veinte jornadas ocupando el liderato y con la posibilidad de acabar en él no admiten debate alguno: ha sido el mejor en contra de su presupuesto, el 18º, retando las leyes económicas en función de una magnífica gestión de su entrenador y de su directiva (con Lasaosa al frente y Petón de pulcro copiloto). Esas han sido las claves además, por su puesto, de la respuesta de una plantilla sin fisuras, homogénea en lo deportivo y lo humano pese a que en verano se produjo un buen número de incorporaciones que hubo que ajustar a un plan de ambiciones por definir. Que el Huesca haya protagonizado este milagro supone un orgullo para su ciudad y para Aragón por el significado terrenal de la conquista, pero sobre todo lleva bordada una emocionante insignia por su fórmula diferencial. La Liga española ha estrenado a su 63 inquilino, muy especial porque se trata de la capital de provincia con menos población que alcanza la élite desde que comenzara el torneo en 1929. El trabajo, la humildad, la constancia... Es un equipo de artesanos que la próxima campaña tendrá que competir, con un presupuesto que se elevará hasta los 50 millones de euros, en un mercado de empresas ciclópeas.

La brisa de este ascenso que llega desde el Alto Aragón desprende un inevitable perfume romántico. Se desembolsaron 400.000 euros por Gallar a la Cultural Leonesa y el reso de los fichajes se cerraron a préstamo. Aunque había una base sólida, era necesario despejar las incógnitas de las novedades. Pronto se percibió que entre las elecciones abundaba el brillo y el apetito reivindicativo. Rubi puso todo el material humano en su delicado aunque firme yunque y moldeó un grupo de alma guerrillera y elegantes destellos. Ideó una forma de jugar poderosa, vertical, de elaboración desde la bota de Remiro, su portero, hasta la del Cucho Hernández, un agitador incombustible en ataque que hizo migas con otro luchador, el Chimy Ávila. En el corazón dibujó un triángulo para Aguilera, Sastre y Melero, epicentro artístico alrededor del que han orbitado satélites tan importantes como Ferreiro, Gallar y Moi Gómez.

La implicación de todas las piezas, asumiendo cada uno el rol que le correspondía dentro o fuera del equipo o las convocatorias, ha facilitado la comunión necesaria para que David se convierta en Goliat. Para que hoy el Huesca haya impreso por primera vez su huella entre las estrellas. Los nombres se amontonan en la lista de agradecimientos y de méritos en estos momentos de catarsis colectiva, de lógico desenfoque pasional. Quizás, por personalizar el espíritu de todos en el de una sola persona que los represente, sería de justicia recordar la figura del desaparecido Armando Borraz. Si es que alguna vez se fue de este Huesca que también le pertenece y le acompaña en la gloria.