Marc Gual está negado de cara al gol, lo que le propicia estar ofuscado, que a su vez provoca que todavía se acentúen más su indefinición y sus problemas para conseguir marcar. La pescadilla que se muerde la cola. El delantero por el que se suspiró en verano y por el que se esperó hasta el mismo comienzo de la temporada no termina de enchufarla y, poco a poco, se desespera a sí mismo y también a La Romareda. De hecho, Víctor Fernández dijo que lloró en el vestuario tras el partido. Pura rabia e impotencia al ver que no hay manera.

No fue su día ayer, lo cual comienza a ser una tónica habitual. Ni con dinámica buena es capaz de ver portería con más asiduidad a pesar de sus numerosos intentos. Antes al Real Zaragoza le costaba Dios y ayuda llegar a la meta contraria, pero con Víctor Fernández, a pesar de haber perdido con el Málaga, es fiel a su estilo y a su seña de identidad. Juntar a gente con calidad permite disponer de más ocasiones de gol. Y ser el delantero referencia, que la responsabilidad goleadora recaiga en su persona. Y ahí hay que responder.

La falta de gol lastró al Zaragoza, así como los dos únicos errores en defensa de todo el partido. Haber mejorado cualquiera de los dos aspectos hubiera supuesto, posiblemente y supuestamente, hablar de la tercera alegría blanquilla consecutiva. Pero no fue así.

Contra un rival encerrado atrás y con un planteamiento defensivo como fue el Málaga, aprovechar las pocas ocasiones que se puedan tener se antoja vital. La diferencia es que los andaluces sí que acertaron. Marc Gual tuvo en sus botas tres goles muy claros, manos a mano que ninguno fue para dentro ante la exasperación de la grada.

Sus definiciones fueron malas, más que en otros duelos. Víctor Fernández confía en él, pero le recomendó que tuviera más pausa en acciones impulsivas y de decisiones que dependen de centésimas. Falla la cabeza y, por consiguiente, lo hacen también los pies. La primera oportunidad la tuvo poco después del primer gol del Málaga, pero chutó a portería demasiado escorado y fuera.

El hastío general llegó en la segunda mitad. Definió con la zurda, centrado y con poca fuerza delante de Munir tras una pérdida de Diego González. Una oportunidad clarísima. Y el tortazo gordo llegó tras un exquisito taconazo de Soro que dejó otra vez solo a Marc Gual ante Munir. Con toda la portería a favor, el catalán le pegó al muñeco, otra vez centrado.

ZAPATERO A TUS ZAPATOS

Los puros números son malos. Al final es lo que manda. Cabe recordar que el delantero, al comienzo de la temporada, afirmó que el tridente con Pombo y Álvaro era «la mejor delantera de Segunda sin duda». Gual lleva dos goles, uno de ellos a puerta vacía (Albacete) y otro tras un buen tiro que pegó en los dos palos (Mallorca).

El atacante de Badalona hace muchas cosas bien. Ayuda a generar espacios que aprovecha el equipo, se desmarca, ofrece soluciones combinativas y es capaz de generarse sus propias oportunidades. Es un buen jugador, pero es un delantero y como tal, «se le juzga por el gol», como dijo ayer el propio Víctor Fernández. Los arietes son los encargados de marcar principalmente, igual que los defensas de proteger la portería. El resto son añadidos de calidad. Zapatero, lo primero, a tus zapatos. Tiene que marcar.

Los números son malos y no por falta de oportunidades, sino por su mala definición. Además, su caso es paradójico. Fichó en el invierno del 2017 por el Sevilla Atlético procedente del filial del Espanyol y entre marzo y junio consiguió en su estreno en Segunda 13 goles, una cifra muy a tener en cuenta. Sabe marcar, ya lo ha demostrado, pero no termina de encontrar el camino del gol con el Zaragoza Quiere volver a ser el del Sevilla, pero mientras, se desespera y desespera.