Lo sabía. Marc Márquez (Honda) se lo dijo a los suyos. Los suyos no quisieron compartir su preocupación, porque creen demasiado en él como para dudar a las primeras de cambio, en el tercer gran premio de la temporada. «Cuando uno trabaja con y para Marc, jamás puede lanzar la toalla, dudar, ni pensar que no va a ganar». Santi Hernández, jefe técnico del tricampeón del mundo de MotoGP más joven de la historia, lo sabe bien. Y entre Marc y Santi habían preparado la carrera decisiva, aquella en la que Maverick Viñales (Yamaha) quería golpear duramente al mito, o intentarlo, demostrando que allí donde el sheriff había dominado durante los últimos cuatro años, él también podía ser el mejor, el más rápido, el ganador, como lo fue en Catar y Argentina.

Por eso apretó en los ensayos, por eso protagonizó una vuelta suicida el sábado para lograr su quinta pole consecutiva en Austin y por eso arriesgó, de nuevo, con el neumático duro delantero, el mismo que le había llevado al suelo en Argentina. «Cuando se lo he pedido a Santi, me ha mirado cómo diciendo ¿estás loco?, pero sabía que, si era paciente en las primeras vueltas, luego me podría escapar». Dicho y hecho. Y eso que, en lugar de la pelea soñada (llegará, llegará, seguro), es decir, Márquez-Viñales, apareció la de amigos y compañeros, Márquez-Pedrosa. Pero duró poco. Duró lo que habían programado Marc y Santi. Hasta que el tricampeón decidió escaparse. Como estaba programado.

Y es que Austin es otra cosa. Austin es la casa de Márquez, es el jardín del nen de Cervera, es el lugar donde aquel niño que revolucionó la categoría en el 2013 debía, necesitaba y podía frenar, ralentizar, el nacimiento de una nueva estrella, pues lo hecho hasta ahora por Viñales es impresionante. Pero ahí estaba el tricampeón (y su gente) para recuperar distancias, acercarse al liderato y entrar en Europa, a través de Jerez, con el Mundial metido en un puño, apasionante, pues hay un racimo de gladiadores dispuestos a pelear en cada gran premio.

Un campeonato que tiene al veterano Valentino Rossi (Yamaha), el único habitante del podio en Catar, Argentina y EEUU, como monarca, rey, líder, mandatario. Lo único que no fue bello fue la caída de Viñales nada más arrancar la carrera, que empezó como empezó en Catar y Argentina, sin liderar el grupito. Pareció, sí, que Viñales tenía paciencia, como la tuvo en Doha y Termas de Río Hondo, para alcanzar a los de delante. Pero se fue al suelo.