Con 27 años, la zaragozana Marta Alejandre es la primera mujer aragonesa que corona una de las catorce cimas más altas del planeta. El año pasado se le resistió el Broad Peak en su primer intento pero ahora, con la experiencia acumulada, con la firme convicción en sus posibilidades, exhibiendo la misma dureza que las rocas que escala, ha puesto sus pies en la séptima cumbre, el Dhaulagiri, culminando junto a Carlos Pauner un día histórico para el ochomilismo aragonés. De esta forma, Marta Alejandre une su nombre al de la escaladora oscense Cecilia Buil como gran referente en el montañismo de la comunidad.

Alejandre, licenciada en Geológicas, vive en Villanúa, donde ejerce como guía de montaña en verano mientras en invierno trabaja en la estación de Astún. Otras mujeres aragonesas habían intentado ascender un ochomil: Ana Sesé asaltó el Makalu en los ochenta e Isabel Santolaria acompañó a Pauner en el Nanga Parbat y el G-II. En cuanto Alejandre, que pertenece al Club Alpino Universitario, supo que ninguna aragonesa lo había logrado, se puso manos a la obra y el Gobierno de Aragón le ayudó incluyéndole en la cordada de Carlos Pauner que, junto a José Vilalta y Alberto Sanmartín, partieron hacia el Broad Peak el pasado mes de julio.

"Mantengo una actitud positiva, tengo mucha ilusión y me parece una oportunidad increíble. Me encantaría conseguirlo por las aragonesas y, sobre todo, por las mujeres alpinistas", afirmaba hace algo más de un año, antes de intentar coronar el Broad Peak y quedarse a unos metros de la cima. Esa experiencia, su primera en un ochomil (en su currículum figuran el Aconcagua y el Ama Dablam nepalí, dos reputados seismiles) le hizo ser perfectamente consciente de lo que hay en juego en cada expedición.

"Estas montañas no solo son físicas, sino psicológicas", explicaba hace un mes y medio. "Hay que aprender a leer estos gigantes", añadía, para calificar de "circunstancia" el hecho de poder convertirse en la primera aragonesa con un ochomil. Ayer clavó una bandera en la cima y abrió una gran puerta.

Aficionada a la montaña desde pequeña, lo suyo es la resistencia y una mentalidad de acero. Solo así puede explicarse su éxito, su precocidad, en un deporte en el que el ser humano desafía sus propios límites exponiendo su cuerpo a las bajas temperaturas y la falta de oxígeno durante tiempo prolongado. Con solo 27 años, Alejandre ha logrado coronar la séptima cumbre del planeta y una de las más peligrosas en su segunda expedición ochomilista, pero el futuro es todavía más prometedor. En unas semanas, se medirá al Everest, la cumbre entre las cumbres, y, en otoño, podría participar en una expedición al Cho Oyu (8.201 metros) con Alberto Sanmartín.