No fueron unas simples rotaciones. Ni tampoco un habitual cambio de piezas. Gerardo Martino fue más allá en Anoeta y modificó la esencia del Barça. Entraron seis jugadores nuevos (Montoya, Bartra, Adriano, Song, Pedro y Neymar) en el once inicial y tres cambiaron sus funciones (Busquets, Piqué e Iniesta) con respecto al duelo europeo del martes en el campo del City. Tata desnaturalizó al equipo --abandonó el toque que tan bien le había ido últimamente para volver a correr sin sentido ni peligro--, los jugadores se confundieron y el Barça quedó aturdido y desnudo ante una gran Real.

Hasta Tata perdió la cabeza al salir expulsado --llamó, según recogió el árbitro en el acta, "pelotudo" a Txema Lumbreras, el segundo entrenador de la Real-- en el retrato de lo que es algo más que "una crisis semanal", un término inventado por el propio Tata. No solo ha cedido el liderato al Madrid, al que llevaba seis puntos de ventaja tras ganar el clásico de octubre, sino que también ha perdido el rumbo positivo conquistado en los cinco últimos partidos.

Cuando quiso tener la pelota reuniendo a los cuatro centrocampistas (Busquets, Xavi, Iniesta y Cesc), el Barça era un equipo reconocible. Cuando se puso a correr, sin pausa alguna ni control en la elaboración, con un extraño e inusual doble pivote (Song por detrás, Busquets, de interior derecho), el equipo se autodestruyó. Confundidos volvieron todos de Anoeta. Tata, el primero. No únicamente por su mala lectura previa del encuentro (no es habitual que un técnico se fustigue públicamente por su mala elección como hizo él), sino también por su lentitud para reaccionar. No existió tal reacción. Cuando entró Cesc por Song, el Barça ya perdía 3-1 y todos los movimientos tácticos de Martino --acabó con tres defensas y cuatro delanteros-- no reanimaron a un equipo muerto desde el inicio.