Cuando llegó tenía a Neymar. Y al tridente. Pero a Ernesto Valverde le duró dos semanas mal contadas. O una gira americana que no le valió de nada. De vuelta a Barcelona, la estrella brasileña voló hacia París donde ha descubierto que Messi, el que le cedía penaltis y faltas, solo hay uno. El Txingurri perdió a Ney para siempre. Luego apareció, ya iniciada la Liga, Dembélé, el joven que debía hacerle la vida más fácil, al tiempo que sus regates servirían para alegrar la vida al deprimido universo culé por mucho que fuera el fichaje más caro de la historia del club: 105 millones de más 40 en variables sencillos. Ahora, mira al vestuario Valverde, pero no tiene ni a uno (rey en el Parque de los Príncipes) ni al otro (entrará hoy en un quirófano de Helsinki).

A todo esto, llega el Eibar de Mendilibar («un equipo valiente, que buscará ahogarnos», como contó el técnico azulgrana) para descubrir la respuesta del líder de la Liga (12 puntos de 12 posibles y buscando el pleno al 15) en el primer partido sin el segundo jugador más caro de la historia del fútbol mundial, tras, precisamente, Neymar. Más difícil todavía para alguien que intenta devolver al Barça sus históricas señas de identidad rescatando el protagonismo del juego en el centro del campo.

LA INEXPERIENCIA

Valverde, pragmático y sereno como de costumbre, no pierde ni un segundo en «lamentarse» ni tampoco «en mirar hacia atrás». No llora por Dembélé, por mucho que lo eche de menos durante los cuatro próximos meses. Si se le cae alguna lágrima lo hace, como él mismo dijo, «comiéndose todo lo malo» que tiene su oficio de técnico, restando los días («ya queda uno menos») para el regreso del exdelantero del Dortmund.

«Cuando eres jugador, lo eres casi por inercia. Pero si eliges ser entrenador, te tienes que comer todo», confesó asumiendo que le toca digerir hasta la «inexperiencia» de un joven de 20 años que fue en busca de un balón que «un veterano habría dejado salir» para no correr riesgos. No solo persiguió la pelota sino que dio «un taconazo, lo más agresivo que puedes hacer para el bíceps femoral», como recordó luego el técnico. Dembélé, que estaba explorando curioso y hasta asustado ese nuevo mundo, no conocía suficiente su cuerpo. Y se rompió. El Barça, en cambio, se mantiene firme como demuestra su hoja de servicios en la Liga: cuatro partidos, cuatro triunfos, 11 goles a favor y solo uno en contra. Y, además, cuatro puntos de ventaja sobre Madrid y Atlético. «¿De 10 a 0, qué nota le pongo a la plantilla? No estamos con medias tintas, le ponemos un 10», sentenció.

Pero no es tan fácil como dicen los números. «Hay que superar las dificultades del camino. La fuerza que pueda tener el grupo es todo. No sabemos cuáles serán los cinco minutos más importantes del campeonato», proclamó Valverde, que dio ayer descanso a Umtiti. No convocó tampoco a Alcácer, Arda (que recibió el alta) ni André Gomes abriendo así la puerta en la lista de 18 a Vermaelen, Digné y Aleix Vidal. A la espera de que Suárez recobre la forma perdida, Messi aguanta todo, arropado por un entrenador que le ha construido en un tiempo récord un nuevo ecosistema.