Cuando un hombre erigido en autovigilante mató a tiros en el 2012 a Trayvon Martin, un chaval negro de 17 años desarmado, aquel del que Barack Obama dijo que "si tuviera un hijo se parecería a Trayvon", a otra adolescente negra de 14 años que vivía también en Florida se le abrieron los ojos sobre una de las realidades del racismo de Estados Unidos, el país donde llegó como niña desde Japón. Durante años la joven no se puso sudaderas con capucha, la prenda que llevaba Martin, "para reducir las opciones de parecer sospechosa". Durante meses siguió por televisión el proceso al asesino, que acabó exonerado. Entonces ella se preguntaba "por qué no se hacía justicia".

La pregunta sigue golpeando hoy a la joven, como a todo el país, que vive un renovado momento de conciencia sobre injusticias raciales tras varios casos tremendos de brutalidad policial. Pero la chica ya no es una persona anónima. Es Naomi Osaka, dos veces campeona de Grand Slam, la deportista mejor pagada de la historia. Y en Flushing Meadows la que fue número uno del mundo está aprovechando su relevancia para elevar la conciencia sobre una grave realidad.

LAS VÍCTIMAS

En cada partido de este Abierto de Estados Unidos, el torneo que ganó hace dos años y donde ahora ha alcanzado la semifinal, Osaka ha usado las mascarillas requeridas en tiempos de coronavirus para proyectar el nombre de una víctima negra de racismo, social o policial, en EEUU. Primero lució en letras blancas sobre la mascarilla negra el nombre de Breonna Taylor, la mujer a la que la policía de Louisville (Kentucky) mató en su casa en febrero. En el de segunda ronda volvió los focos sobre Elijah McClain, un chico de 23 años que murió el año pasado en Aurora (Colorado) tras ser asfixiado y sedado con ketamina en un arresto inexplicable. También se ha puesto una máscara con el nombre de Martin; otra con el de Ahmaud Arbery, al que tres hombres blancos mataron en febrero en Georgia cuando hacía 'footing' por un barrio acomodado; y una más con el de George Floyd, cuyo caso prendió la mecha de la última ola de protestas e indignación en EEUU.

Su gesto no ha pasado desapercibido y hasta la madre de Martin y el padre de Arbery le enviaron a través de ESPN este martes dos mensajes de agradecimiento en vídeo que casi llevan a Osaka a las lágrimas. "Para mí es un poco surrealista, es emocionante que les emocione lo que estoy haciendo, yo siento que no hago nada, es una pizca de lo que podría hacer", decía tras alabar la fortaleza de las familias.

"GANAS DE VOMITAR"

Durante el torneo de Cincinnati disputado previamente en la burbuja neoyorquina Osaka también se sumó al boicot deportivo por el caso de Jacob Blake, el hombre que en Kenosha (Wisconsin) recibió siete disparos por la espalda de la policía. "Si puedo empezar un debate en un deporte mayoritariamente blanco lo consideraré un paso en la dirección correcta", tuiteó entonces. "Ver el continuo genocidio de gente negra a manos de la policía me da honestamente ganas de vomitar".

Ahora sigue, intentando ser "un vehículo para expandir la conciencia". "Sé que el tenis se ve en todo el mundo y quizá hay alguien que no conoce la historia de Breonna Taylor", dijo tras el primer partido. "Quizá se metan en Google o hagan algo. Para mí se trata solo de ampliar la conciencia. Cuanta más gente conozca la historia más se interesarán en ella".

Le queda seguro un partido más, quizá dos si vuelve a la final. No dice qué nombre o nombres aparecerán en su mascarilla, pero Osaka les asegura la proyección. Y otra de las reflexiones que ha hecho duele. "Es bastante triste que siete máscaras no sean suficientes".