Las primeras rondas de todo Mundial sirven para despedir a las selecciones de acompañamiento, jugar mirando al marcador con recanería y mucho pánico a perder y esperar a que algún favorito descarrile como ha ocurrido con la campeona vigente, Alemania. Es una fase sobrecargada de partidos y bostezos, desaconsejable para sacar conclusiones sumarísimas. Los octavos de final son ya otra cosa. Después del primer filtro, el tiempo para la especulación se desvanece frente a las urgencias y los grandes futbolistas son reclamados a escena. El Francia-Argentina y el Uruguay-Portugal fueron dos encuentros magníficos, un par de choques entre aspirantes reales contra imperios con más pasado que presente como los que han capitaneado Sampaoli y Santos. Todas las cámaras apuntaban a Messi y Ronaldo como duelo estelar y, sin embargo, dirigieron al final sus focos a otro par de delanteros: un Mbappé deslumbrante por su voraz apetito e incomparable velocidad y un Cavani majestuoso de cabo a rabo del campo hasta lesionarse. Ambos visten elegantes en París, pero necesitan de este tipo de competiciones planetarias para reivindicarse a toda plana. Son animales bellos, bestias que han anunciado que, por fin, el Mundial ha llegado a Rusia.

El azul ha dominado el arcoiris de esta jornada colorida, emocionante y clarificadora. Los blues y la celeste se han quitado de encima un par de eliminatorias complejas y no lo han hecho de cualquier forma. Se medirán en cuartos a su manera en una cita que desprende algo de melancolía porque despedirá a uno cuando sus fortalezas dicen que podrían llegar mucho más lejos. Argentina, otra vez con Messi sin físico suficiente, claudicó frente a un meteorito de 19 años que en cuanto aceleró convirtió a los suramericanos en tortugas con reuma. Un paso más atrás se confirmó la diferencia abismal: Kanté vuela y Mascherano planea en su ocaso. Portugal, pese a Bernardo Silva, el exterior de Quaresma y los destellos de Guedes, no halló a Cristiano casi nunca, es decir se agarró a un gol de otro viejo guerrero, Pepe, para inquietar a una Uruguay más charrúa que nunca, con un armazón impecable en defensa y en ataque. Tabárez dirige un grupo de alto voltaje donde Suárez y Cavani ponen el mismo interés laboral que Giménez y Godín, centrales colosales por su sintonía atlética y redonda sencillez. La celeste es un ejército de lanza, escudo y estrategia ganadora, cualificada para detalles de pasarela como quedó claro en la hermosura en la fabricación y en el remate del punta del PSG, cuyos poblemas musculares le hicieron abandonar el campo y es posible que el campeonato.

El Mundial ha explotado y España está obligada a meter dinamita contra Rusia, que intentará aprovechar su condición de anfitriona para amenazar a una selección con dudas. Su asignatura pendiente es todo un examen. Si consigue reducir a la mínima expresión su fragilidad defensiva, pondrá rumbo hacia un horizonte ilusionante porque dispone de la mejor materia prima individual del torneo. Fernando Hierro tendrá que actuar de una vez como seleccionador después de sortear la fase de clasificación algo aturdido por los acontecimientos y dotar al grupo de mucho más calcio en lugar de insistir en un estilo bonito pero sin hueso. Francia y Uruguay le han enseñado que se puede emocionar desde un orden, sin necesidad de querer ser a todas horas la reina de la fiesta.