—¿Cómo están yendo estas primeras semanas de adaptación al equipo y a la ciudad?

—Bueno, sobre todo al equipo porque a la ciudad estaba más que adaptado. Al equipo me está resultando muy fácil por el grupo tan bueno que me he encontrado. Me han recibido con los brazos abiertos.

—¿Y estos días en concreto tras la derrota en Pamplona?

—Sobre todo con ganas, porque cada vez que hay una derrota quieres que llegue el próximo partido para revertir esa situación. Es una semana larga para trabajar bien y pulir los defectos que pueda ir teniendo el equipo para intentar hacerle daño al Almería.

—¿Le ha dado muchas vueltas a su error en El Sadar?

—Sí, sobre todo en las horas posteriores. Más que un error es una acción de mala fortuna, porque un error es cuando te despistas en una marca o cuando haces algo que no tienes que hacer. Era un balón franco para despejar y justo cuando voy a impactar me bota delante y cambia la trayectoria. No es un fallo que dependa exclusivamente de ti y yo claro que quería empalarla bien, pero la mala fortuna hace que se desvíe y que le vaya también a Juan Villar. Perder así duele más.

—¿Es más fácil sobreponerse ahora con su veteranía que cuando era más joven?

—Es parte del fútbol. No es el primero ni será el último, porque a lo largo de tantísimos partidos es imposible que rayes el 100% de efectividad en las acciones. Estás jodido el primer día, pero más allá no te sirve de nada porque no fallas queriendo ni con mala intención. No es bueno hacerte más daño del que ya me hice el otro día.

—¿Teme que de aquí al final de temporada no haya objetivos ni alicientes?

—No. Nuestro objetivo tiene que ser el partido del domingo. Lo dije hace poco, que no tenemos que perder energía en pensar dónde estaremos en la jornada 42. No sabemos qué va a pasar de aquí a esa jornada y perder fuerzas en eso nos va a descentrar del objetivo primordial, que es el partido del domingo. Ojalá estemos muy arriba y tengamos alicientes. Y si no, el aliciente será quedar lo más arriba posible.

—Tanto Benito tras acabar el partido ante Osasuna como Verdasca el martes deslizaron que se pueden ganar varios encuentros seguidos y llegar a la promoción. ¿Coincide?

—Por supuesto, el equipo debe tener esa ambición, pero debemos centrar las energías en lo verdaderamente importante, que es el partido ante el Almería. El equipo es ambicioso y ojalá lo alcancemos. Nosotros vamos a poner todo nuestro empeño en que el equipo quede clasificado lo más arriba posible. ¿Que llegamos al playoff? Ojalá. ¿Que no? Habremos intentado todo y dado el máximo para conseguirlo.

—Es una filosofía y una manera de pensar muy de veterano.

—No, es que es la pura realidad. Ojalá lográramos una buena racha, pero primero es el domingo y luego el siguiente partido.

—¿Fue el Zaragoza de Pamplona el que menos se identificó con el juego de Víctor Fernández desde que volvió al banquillo?

—En la primera parte se hicieron las cosas bien y hay que tener en cuenta que nos enfrentábamos a uno de los equipos más en forma de la categoría y que está arriba porque hace muchísimas cosas bien. En la segunda mitad nos encontramos con el condicionante de jugar muchos minutos con uno menos y, aunque no debe servir de excusa, condiciona un poco a la hora de practicar ese fútbol de tener la posesión del balón e ir a buscar al rival. El equipo lo intentó, fue atrevido, valiente, quiso la pelota y correr riesgos para intentar hacer daño a Osasuna. Tuvimos nuestras ocasiones y no las supimos aprovechar. Ellos tuvieron otras posibilidades y sin embargo se encontraron con un regalo y nos fuimos con cara de tontos.

—¿Dudó en algún momento sobre su futuro cuando recibió la llamada del Real Zaragoza?

—No. Es que te llama el Zaragoza y no otro equipo, con todos los respetos. Da igual en la situación que estuviese, siempre me había quedado con la espinita de no haber podido jugar aquí y se presentaron los alicientes para venir. Me siento bastante aragonés aunque no sea de aquí y el Zaragoza me dio la oportunidad de abrirme paso en el mundo profesional. Se daba todo para poder venir.

—Había jugado en La Romareda con otros equipos. ¿Fue diferente para usted hacerlo como zaragocista?

—Sí, porque son sensaciones diferentes. Cuando vienes como contrario se te pasan cosas por la cabeza por el pasado, porque había estado aquí pero no había tenido la oportunidad. Vienes y disfrutas de ese ambiente que se forma en La Romareda, pero ahora poder vivirlo como local y sentir el calor de la gente… Es que es el Zaragoza.

—¿Sintió un cosquilleo especial antes de jugar ante el Albacete?

—Sí, porque si no sientes esas cosas estás jugando por algo diferente. El día que no sienta ese cosquilleo o que no me moleste no jugar o no ir convocado, ese será el día en el que diga que no quiero seguir jugando a fútbol.

—¿Es un sueño cumplido?

—Sí, por supuesto. Salí de Córdoba con 16 años, vine a Zaragoza a más de 700 kilómetros de mi familia y mis amigos y con la ilusión de llegar algún día a donde estaban jugando Aragón, Aguado o Garitano… Y podríamos seguir nombrando ilustres. Más vale tarde que nunca.

—¿Cómo vivió esos interminables días con las maletas preparadas para venir a Zaragoza y viendo que no llegaba la rescisión del contrato con el Rayo?

—Al final estaba con los brazos bajados porque había agotado casi todas las balas. Estaba un poco resignado, pero a última hora hubo otro giro y se pudo hacer. Podría haber estado aquí a principios de año y llegué a final de mes con todo lo que eso conllevaba, porque tenía todo más que preparado para venir.

—Entonces vio peligrar el acuerdo para fichar por el Zaragoza.

—Sí. El viernes antes de que el domingo me confirmaran que me dejaban marchar ya había agotado todas las cartas con el presidente y ya era la última bala del cartucho. Al final se pudo hacer.

—Ya se ha logrado sacar la espina de jugar en el Zaragoza, ¿pero no le hubiera gustado haberlo hecho antes o en una situación mejor?

—Me siento un privilegiado de la suerte que he tenido y de los equipos en los que he podido estar y buena parte de culpa la tiene el Zaragoza porque me formé aquí. Pasé por el Lleida y di vueltas por el mundo del fútbol y, cuando parecía que me había pasado el tren de jugar en Primera, tuve la suerte de debutar con 29 años y jugar competición europea.

—¿Hubo otros momentos anteriores en los que pudo jugar en el Zaragoza?

—Solo cuando estaba Juliá al mando. Acabábamos de descender con el Rayo a Segunda y pregunté que si había alguna opción de que me dejaran marchar porque veía que iba a jugar poco, pero me dijeron que no porque contaban conmigo. El Rayo no me dio opción, pero hasta hace un par de meses nada.

—¿Cómo ha seguido al Zaragoza estos años atrás?

—He estado jugando en este tiempo y es difícil ver todos los partidos, pero siempre que he podido he visto partidos del Zaragoza, Huesca, Villarreal o Betis, los equipos en los que he estado y a los que le guardo un cariño enorme. Al final tienes el corazón pintado con diferentes colores y el Zaragoza es uno de los que más cariño guardaba. Siempre que podía lo veía por televisión y atento a la clasificación.

—¿Qué recuerdos guarda de su etapa en la Ciudad Deportiva?

—Sobre todo las amistades. Llegué con 16 años recién cumplidos y sin conocer a nadie en la ciudad ni dentro del club, pero tuve suerte al encontrarme con un entrenador como Javier Garcés, que me ayudó bastante. También con jugadores se hace buena amistad dentro y fuera del campo y el matrimonio que nos cuidaba nos hacía sentir lo más a gusto posible, o los chavales con los que compartía piso… Era diferente a hoy en día. Con los móviles si quieres ver a tu madre o tu hermana puedes hacerlo en cualquier momento, pero entonces los móviles eran unos ladrillos. Aquí me formé como un hombre porque llegué siendo un niño como aquel que dice.

—¿Fue duro salir del Zaragoza sin haber tenido la oportunidad de jugar en el primer equipo?

—En esa época estaba muy, muy, muy difícil subir al primer equipo. Jugué cuatro temporadas en el filial y en la única que tenemos opciones de jugar el playoff de ascenso es cuando desciende el primer equipo y no lo podemos disputar. Son etapas de la vida y si no te dan la opción de jugar aquí, al final tienes que buscar hacerlo en otro lado. Es un paso que hay que dar al frente y claro que es duro, porque lo que quería era jugar en el primer equipo, pero no me puedo quejar porque he disfrutado mucho del fútbol.

—¿Recuerda su primera experiencia con el primer equipo?

—Sí, con Lillo en mi último año de juvenil. Me llamó mi madre a casa de un amigo el día de mi cumpleaños y volví a casa. Allí me llamó Lillo para decirme que quería contar conmigo en la pretemporada.

—En este punto de veteranía y madurez por su dilatada carrera deportiva, ¿qué le puede aportar al Real Zaragoza?

—Sobre todo las experiencias, porque he pasado por etapas buenas, malas y regulares. Ahora mismo el equipo está una buena dinámica y, si vienen mal dadas, que ojalá que no, la gente con más experiencia debe transmitir tranquilidad y hacer ver que de todo se sale con trabajo y más trabajo.

—¿Es más fácil o difícil ser veterano en un grupo tan joven?

—No sé, porque los vestuarios van cambiando y tú te tienes que ir reciclando también. Hoy en día los veteranos son diferentes a lo que te podías encontrar hace 20 o 25 años. En mi caso tuve suerte, porque tenías el respeto de tratar con gente como Aragón o Aguado, pero te trataban genial. Me he encontrado un vestuario muy sano y agradable.

—¿Se considera un ejemplo para todos esos chavales que quieren llegar al primer equipo y no lo consiguen? Ha demostrado que con tiempo y trabajo se puede conseguir.

—Creo que la vida la tienes que afrontar tal y como viene. A veces el camino es corto y en línea recta y otras hay que dar más curvas alrededor de la montaña. Me siento un privilegiado por haber podido volver a mis inicios, pero el fútbol no empieza ni acaba en el Real Zaragoza. Hay otros muchos lugares en los que uno puede encontrar su sitio. Hay que perseguir tus sueños en base a lo que te vas encontrando. No me considero un ejemplo, simplemente he tratado de ser igual tanto en el mundo del fútbol como fuera y que la gente el día de mañana no diga si fui buen o mal futbolista, sino que me consideren buena persona, que es lo que cuenta.

—Y por último. ¿Un deseo?

—Que ojalá el equipo vuelva donde se merece. ¿Y cuándo? Ojalá más pronto que tarde.