El madridismo transpira euforia con Karim Benzema, ascendido con todos los honores al altar que dejó vacío Ronaldo. Como un mesías inesperado, el francés ha devuelto la fertilidad a un Madrid desértico y se ha convertido en el líder indiscutible de un equipo falto de referentes.

Benzema se ha erigido en capitán general del frente ofensivo del Madrid, es el inicio y el final de cada acción de ataque, con su alabada capacidad combinatoria y su criticada función finalizadora.

Ha sido el sustento de un equipo malnutrido, a la espera de que los Modric, Kroos, incluso Bale, recuperen su mejor versión. Su presencia se reproduce como las setas en una ladera húmeda en otoño, con apariciones constantes en la construcción para mejorar la jugada y con determinantes concurrencias en el área para rematar, cada vez con más asiduidad.

18 GOLES

Su récord goleador de la temporada está en plena aceleración, con seis goles en los últimos cuatro partidos, pero sus números todavía responden a parámetros habituales durante sus temporadas en el Madrid. Acumula 18 goles, una cifra lo suficientemente cercana a la que todavía figura en el registro de Cristiano Ronaldo con la Juventus, 19, como para que las voces más oportunistas del madridismo disfruten de su momento de gloria.

Sus números mejoran los del último año a estas alturas (6 goles), pero empeoran sus mejores registros como madridista: 22 goles en 21 partidos en febrero de 2016.

Lo cierto es que Benzema ha demostrado ser un jugador brillante en muchos momentos durante sus nueve temporadas de blanco, pero también ha corroborado que está muy lejos de la constancia de Ronaldo que mantuvo durante tantos años al Madrid. Ahora lo sujeta el francés, y poco más, ascendido de maravilloso complemento a líder supremo ante el vacío de poder, la duda es hasta cuándo podrá hacerlo.

VINICIUS PIDE PASO

Si Benzema es el capitán general del barco, Vinicius es el grumete aventajado. El brasileño está siendo el contrapunto perfecto en el ataque con sus constantes e incansables movimientos hacia el espacio, indudablemente más dañino cuando parte desde la izquierda.

Su sociedad ha remozado el libro de jugadas blanco y ha regenerado la ilusión de una grada, henchida de euforia, que haciendo gala de su autoimpuesto carácter temerario recibe el mes de los clásicos, en el que se le puede terminar la temporada, plena de confianza y credulidad.

Desde el banquillo, Solari ha conseguido dotar al equipo de la solidez necesaria para que los delanteros hayan encontrado momentos de lucimiento. Ha acompañado a Benzema de la jovialidad entusiasta de Vinicius y del trabajo solidario de Lucas Vázquez, una combinación arriesgada que le está funcionando.

La vuelta de los lesionados, sobre todo de Bale, cuestiona el orden establecido, pero el partido ante el Alavés puso sobre la mesa que el rendimiento del ataque con el galés no es igual de fluido, que Vinicius es mucho menos Vinicius fuera de la banda izquierda y que el trabajo de Lucas el miércoles en el Camp Nou, ante un lateral como Jordi Alba, se antoja fundamental. Todo en un equipo que no está para lujos ni excesos, en el la virtuosidad del francés es el factor diferencial en torno al que el Madrid ha revivido.