El punto supo a poco porque el pasado ha dejado al Zaragoza sin margen de error. Ni siquiera un empate ante el líder satisface ante la cantidad de terreno perdido. Pero el resultado de ayer ante el Albacete confirma, sobre todo, que el equipo aragonés es, con Víctor, al menos tan bueno como el mejor. Tampoco el primero fue superior a un Zaragoza que, desde que llegó el técnico aragonés, ha mirado de frente y a los ojos a todos los rivales. Por muy altos y fuertes que fueran. Y ante ninguno ha merecido perder. Se diría, incluso, que pudo vencerlos a todos. También al más poderoso, un Albacete que dejó impronta en La Romareda de ser un firme candidato al ascenso. Un equipazo. Casi a la altura de un Zaragoza que llegó más y mejor, pero al que le volvió a penalizar sus problemas de efectividad.

Dispuso Víctor un 4-4-2 con el debutante Dorado, sin Ros y con Aguirre en busca de una mayor profundidad para buscar las cosquillas a un Albacete en la misma disposición táctica y con Rey Manaj en el banquillo. El partido se iba a jugar mucho por fuera, algo tan impensable en el Zaragoza de hace un par de meses como el aspecto que presentaba La Romareda, con un lleno aparente merced a la mejor entrada de la temporada.

El Zaragoza pronto dejó claro al Albacete que su vitola de mejor visitante de la categoría no le otorgaba privilegio alguno en esta tierra. Se fue a por él desde que un errático Trujillo Suárez indicó el inicio de la contienda. Avisó James con un disparo centrado que detuvo Nadal, pero fue Álvaro Vázquez el que, tras un gran servicio del nigeriano, tuvo la mejor ocasión del partido. El reloj apenas había alcanzado el octavo minuto cuando el catalán se plantó solo ante el meta rival, que aguantó el amago de Álvaro y detuvo el remate picado del delantero zaragocista. La inmejorable ocasión, en todo caso, dejaba patente que esto iba en serio. La Romareda se frotaba las manos.

Casi un cuarto de hora tardó el Albacete en quitarse de encima el asedio inicial del Zaragoza. Lo hizo, por supuesto, a balón parado, herramienta poderosa de un equipo que ya ha logrado ocho tantos de cabeza. Cristian salió al paso de un balón peinado por Zozulia tras un saque de esquina y, poco después, el propio delantero no llegó por centímetros a un envenenado centro lateral de Susaeta. El Zaragoza ya era consciente de que el enemigo era de cuidado, aunque no se amilanó y aceptó el reto.

El partido era vertical. Los dos equipos querían el balón y ambos transmitían peligro. Aguirre disparó fuera por poco tras una de las numerosas llegadas de Benito desde la derecha y Pombo, otra vez gris, y Soro estrellaron en Nadal una doble ocasión. El partido era trepidante. La amenaza era constante.

Era el turno del Albacete, sabedor de que el Zaragoza flaqueba por su derecha. Era el peaje aceptado por Víctor por su ofensiva apuesta. Con Eguaras y James en el centro, el Zaragoza, esta vez, prescindía del equilibrio que aportan Ros, Zapater o Guti en el interior. Desde esa zona partió otro centro de Susaeta que Zozulia remató fuera por muy poco justo antes de que el árbitro anulara justamente un gol de Álvaro Peña por agarrón de Zozulia a Guitián a la salida de un córner. Con el miedo en el cuerpo, el Zaragoza se centró en recuperar el pulso. El cuadro aragonés se acercaba a las inmediaciones de Nadal pero extremaba las precauciones ante las peligrosas transiciones de su oponente. Álvaro tuvo la última antes del descanso, pero no conectó bien un notable servicio de Soro que, a esas alturas, comenzaba ya a soltarse.

El Zaragoza, con carencias en el último pase y el consabido problema de efectividad, encaró el segundo periodo con la misma intensidad, pero el gran desgaste comenzaba a pasar factura. No fue el caso del incomensurable James, que se echó al equipo a la espalda cuando, tras una clara falta no pitada a Benito, el Zaragoza permaneció confuso y desorientado durante unos minutos. El Albacete aprovechó el desconcierto para crecerse y rozar el gol en una llegada que acabó con el balón en el área pequeña de Cristian sin encontrar rematador.

Víctor refrescó al equipo dando entrada a Ros y cambiando el dibujo a un 4-2-3-1 que, posteriormente, mutó a un 4-3-2-1 con Linares ya en el campo. Ramis recurrió a Rey Manaj advirtiendo al Zaragoza de que también él iba en serio. El paso de los minutos castigaba las piernas pero no apagaba el fervor de La Romareda, que salió al rescate. Eguaras tuvo el gol en un remate que salvó Nadal con la punta de los dedos y Malsa replicó con un tiro ajustado. Punto final. El Zaragoza es tan bueno como el mejor. O más, pero ha perdido demasiado tiempo siendo una birria.