No hubo vencidos, perdedores, derrotados. No era uno de esos partidos en los que el marcador separa la realidad en dos partes desiguales. En éste el resultado era uno. Fue la mejor victoria del deporte, la más sentida, la más sincera, la más merecida, la más bella de todos los tiempos. Fue el triunfo de la solidaridad con cuatro amigos que no están, pero a los que no se olvida ni se quiere olvidar jamás. Víctor Moreno, Carlos López, Javier Ondiviela y Víctor Lázaro siguen allí, en el corazón de todos, de las casi 7.000 personas que acudieron ayer al Príncipe Felipe para rendirles un homenaje de amor, respeto y admiración y entre todos conceder un sincero abrazo de ánimo y esperanza a las familiares y los amigos de los fallecidos. Fue una mañana de profundo sentimiento y unión de todo el deporte aragonés, todo, que se fundió en una sola voz para intentar aliviar la desgracia y mostró su cara más positiva en el momento más necesario.

Nadie quería estar allí. Todos hubieran preferido pasar esa mañana de domingo en su casa o mejor, en la pista de fútbol sala viendo al Colo . Todos hubieran querido no tener que despedirles, que nada hubiera sucedido. Pero todos estaban. Nadie faltó. Desde el último al primero se congregaron en el Príncipe Felipe. Miguel Pardeza, Láinez y Zaparaín y la comitiva del Zaragoza, el CAI con Galilea, los chicos del Balonmano Aragón, del Honigvogel, del Horcona Jaca, Teresa Perales, Sheila Herrero, clubs deportivos, instituciones públicas encabezadas por Luis Pastor, concejal de deportes de Zaragoza, y Pedro García Villamayor, director general de Deportes de Aragón, federaciones, la familia del fútbol sala al completo... la lista era interminable y formaron simbólicamente en la pista. "La gente ha respondido de forma impresionante. Estaba todo el deporte representado, que era lo que nosotros queríamos", comentó ayer Carlos Osta, que asistió junto a Eduardo Benaque, Sergio Lozano y Chema Olona, los heridos en el fatal accidente.

UN APLAUSO HACIA EL CIELO El instante más puro y emotivo llegó entre los dos partidos (el triangular entre el Colo, una selección aragonesa y otra catalana y el DKV-Interviú). Cuatro camisetas azules del Rigar con los nombres de los fallecidos descansaban frente al palco, mientras se depositaban junto a ellas los numerosos regalos y recuerdos de diferentes colectivos y procedencias. En ese momento, los jugadores del Rigar, los amigos de los Víctor, Carlos y Javier subieron al palco para entregar un simbólico ramo de rosas a los familiares de los fallecidos, los más afectados. La emoción embargó cada rincón bajo un aplauso de cariño que retumbaba hacia el cielo y con el Príncipe Felipe entero en pie. Entonces se hizo un silencio ensordecedor. Un minuto de respeto sin fin en el que las emociones terminaron por explotar.

El homenaje había empezado con un enfrentamiento entre la plantilla del Rigar Litocián, a la que se añadieron amigos y exjugadores, y dos combinados, uno de jugadores aragoneses y otro de catalanes pertenecientes a equipos de Primera. Todos saltaron a la pista con el ánimo de rendir un tributo a sus compañeros y con el nombre de los cuatro fallecidos impreso en la espalda.

EL tLTIMO DETALLE En el palco otra camiseta resaltaba. Era la de Carlos López, el 8 del Rigar, que allí había depositado su mujer, Inma, y que no se separó de ella en ningún momento. Mirando hacia ella, hacia todos los familiares, ubicados en la fila de máximas autoridades, brindaron el último detalle de cariño todos los asistentes. Cuando faltaba un minuto para terminar, se paró el partido amistoso entre el DKV y el Interviú y volvieron a la pista todos los jugadores que habían participado en el homenaje. Dirigiéndose al palco y al cielo se reunieron en el centro de la pista para dirigir un último aplauso. Era el cierre al acto, pero no al recuerdo. Ese nunca perecerá.