El efecto Ricky Rubio vuelve a dejarse sentir en Minnesota. Igual que sucedió en sus primeros pasos en la NBA. Parece difícil, eso sí, casi imposible a un mes escaso del final de la fase regular (están a cinco triunfos de los Nuggets, octavo en el Oeste), que los Timberwolves alcancen los 'play-off', a pesar de recuperar la mejor versión de Ricky que se recuerda.

En pocos meses, el base de El Masnou, de 26 años, ha pasado de carne de traspaso a pieza indiscutible para los responsables de los Timberwolves y sobre todo para los aficionados del Target Center,el santuario del equipo que entrena Tom Thibodeau, donde se vuelve a corear su nombre.

En Miami el viernes encadenó su cuarto partido con al menos 20 puntos. En el TD Garden, frente a los Celtics consiguió 23 puntos el miércoles, su mejor marca anotadora de la temporada. Tres días antes ante los Washington Wizards estableció un nuevo récord personal de 19 asistencias. En el partido del 4 de marzo ante losSpurs, logró su primer triple doble con 11 puntos, 13 rebotes y 10 asistencias.

Sus estadísticas después del All-Star de Nueva Orleans resultan espléndidas (15,7 puntos, 5 rebotes, 11,3 asistencias, 1,8 robos). Pero son de auténtico lujo si nos ceñimos solo a los 8 partidos de marzo: 17,6 puntos, 10,5 asistencias y 4,6 rebotes, con un 42,9% en los triples).

"Está jugando el baloncesto más brillante de su carrera», explica su padre Esteve Rubio, en una charla con este diario. «Es una cuestión de confianza». «Me encuentro en mi mejor momento», admitió Ricky Rubio el pasado día 10 en el 'StarTribune' de Minnesota, metido ya en su sexta temporada. «Siento que realmente puedo controlar el ritmo de partido. Es en lo que soy bueno y lo que trato de hacer cada noche».

CAMBIO DE CHIP EN NAVIDAD

Después de un año de rumores sobre su salida de la franquicia, que se dio incluso por hecha a finales de febrero, al cierre del mercado de la NBA, Ricky ha respondido de la mejor forma: elevando su prestación con puntos, rebotes y asistencias.

El traspaso a Nueva York parecía hecho, hasta el punto de que el base catalán recibió una llamada de Willy Hernangómez, el pívot de los Knicks, para darle la bienvenida. Pero el propietario de los Wolves, Glen Taylor, no se atrevió a dar el paso. En ese futuro hipotético, Ricky hubiera recalado en un gran ciudad y un espléndido mercado. La realidad le ha dejado al mando de un proyecto de futuro con jóvenes estrellas como Karl-Anthony Towns y Andrew Wiggins, donde Ricky, de 26 años, es el veterano.

«Ricky cambió el chip en Navidad. Estuvimos un mes con él toda la familia en Minneapolis y eso le ayudó», explica Esteve Rubio. «Estaba sufriendo y lo pasó muy mal por el tema de su madre. Ahora se ha dejado ir, está en el mejor momento desde que llegó a la NBA. Para mí que es el mejor momento de su carrera».

El tema mental ha sido fundamental en su recuperación. Sus porcentajes de tiro, que estaban entre los peores de la Liga en sus tres primeros años, subieron la pasada temporada y en esta se están consolidando con ese 43% de marzo.

«Eso es lo que le ha hecho entender su entrenador de tiro (Mike Penberthy) con el que trabaja desde hace tiempo», explica su padre. «Cuando te dicen tantas veces que eres un mal tirador, acabas por creértelo y dudar de ti mismo. Ahora vuelve a creer y a disfrutar», sentencia su padre.