El tiempo pasa volando escuchando a Alfredo Buisán. El que fue guarda mayor del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido habla tranquilo y pausado en el salón del Hotel Bujaruelo, uno de los más veteranos establecimientos de Torla. Ahora tiene 75 años y se conoce centímetro a centímetro este rincón del Sobrarbe que este año conmemora el centenario de su creación. Al otro lado de la ventana llueve insistentemente y en la pradera de Ordesa está nevando. El invierno ha comenzado. «En Torla la gente se dedica en invierno a estar tranquila, descansar y, el que es cazador, a cazar. Cada uno se levanta a la hora que quiere y se va a Huesca o Zaragoza. En Torla la gente vive bien, tienen dinero y no les hace falta nada. Están mejor que antes. Lo que antaño eran establos son ahora bares, hoteles o tiendas», afirma este adusto paisano de Torla.

Para Buisán sería bueno que no se parase la actividad turística invernal en Ordesa. «El parque da de comer a mucha gente en el Sobrarbe y todos se benefician con el turismo. También sería buena una estación de esquí en el valle de Otal. Así el pueblo tendría trabajo todo el año. Sin embargo, ahora cierran los hoteles y no abren hasta Semana Santa», dice Buisán.

Después de tantos años pateando el valle de Ordesa, ahora apenas regresa a su antiguo lugar de trabajo. «¡Lo tengo tan visto! Subo alguna vez y lo valoro más cuando he ido a visitar otros parques», dice. Reconoce que tras su jubilación se tuvo que buscar la vida. «Me dijeron de seguir, pero no quise. Tengo algún huerto, hago artesanía con la madera y cazo en la reserva de Viñamala. Solo cazamos jabalíes. Se nos comen y en el verano deshacen las montañas. Son una plaga», afirma.

El pasado mes de septiembre la localidad altoaragonesa se vistió de fiesta para celebrar la visita del rey Felipe VI. Buisán no se perdió el evento. «Es muy majo. Estuvo en la pradera y se dio una vuelta hasta las cascadas. Después tomó un aperitivo en el Hotel Ordesa y se tomó una foto con mis hijas y el personal del parque». A Buisán siempre le gustaron las cuestiones de protocolo en el parque. «He acompañado muchas veces a ministros y no tengo problemas sobre ese tema. Cuanto más gordos, mejor». Recuerda momentos gloriosos en su currículum. «Aquí han venido Jaume Matas, Rodrigo Rato, Mayor Oreja. Con ellos he estado muy a gusto. Les decía que para hacernos amigos el último día, lo hacemos el primero», reconoce.

Alfredo Buisán fue pinche antes que guarda. «Cogía los trastos, recogía las ramas... Murió Antonio López, el guarda mayor, y entré yo. Tenía 27 años. El guarda mayor era Juan Pintado. Ahora tiene 85 años. Era trabajador y como compañero muy bueno». Mucho ha cambiado el parque desde que comenzó a trabajar hasta ahora. «En 1972 había muchas zonas despejadas y ahora es todo un bosque. Como no ha habido grandes nevadas, se ha vestido todo. Las praderas son más pequeñas, bonitas y hay que conservarlas», indica Buisán.

El gran éxito en Ordesa es la permanencia de la tradición. «Es muy delicado lo de hacer mejoras porque a veces no sabes cómo acertar. Por ejemplo, habría que dar un repaso a la carretera de acceso a la pradera y podar los márgenes». Aún recuerda uno de los aciertos de los guardas. «Hicimos unos refugios de madera en 1975. Están intactos porque la madera es de pino negro. El primero lo hicimos en nueve días. Están bien hechos y no impactan en el paisaje. También los muros de los miradores y las cascadas se hicieron en aquella época», dice.

LA SEGURIDAD

Ahora la seguridad prima en la montaña. Hace años todo era bien diferente. «No estaba la guardia civil y antes los rescates los hacíamos nosotros. He llevado muchos muertos al hombro de los que se han matado escalando. Cualquier cuerda valía para escalar. Ahora se hacen cursillos, la gente viene bien preparada y acuden con guías y buen material», explica el montañés.

La sangre de los Buisán permanece en Ordesa. Mari Carmen y María José, sus hijas, trabajan hace muchos años como informadoras. «De Torla hay poca gente trabajando en el parque. Vienen de fuera con más puntos y se llevan la plaza. No debería ser así, porque es importante que sea gente de la zona». Buisán tiene clara la regla de oro de un guarda del parque. «Yo nunca he mirado el reloj cuando he ido al monte. Si estás a gusto, se te pasan las horas volando», concluye el altoaragonés.