Estilos hay muchos. Formas de ganar, infinitas; lo mismo que formas de perder. Es complicado que haya una correlación e, incluso, un análisis. El deporte es imprevisible y lleno de factores. Sin embargo, este Real Zaragoza tiene males reconocibles, demasiados y más de los deseables y la situación en la clasificación es un gran indicativo de que el conjunto aragonés no está en un buen momento.

Uno de los grandes problemas que está teniendo el Zaragoza en estas once primeras jornadas es la generación de fútbol. La transición entre defensa y ataque es lenta y el movimiento de balón es muy cansino e ineficaz. Así el equipo blanquillo se vuelve dócil, un león sin dientes ni zarpas con las que arañar a las defensas. No han sido pocos los jugadores que han expresado que al equipo no le han cogido el truco para ganarle los partidos. La estadística de la posesión dice lo contrario.

El equipo aragonés se siente mucho mejor saliendo a la contra y corriendo que proponiendo. Ahí se le hace de noche madurando. Las dos únicas victorias llegaron perdiendo la posesión del balón (45% ante el Rayo Majadahonda y 42% contra el Real Oviedo). Ante Las Palmas, aunque se empató, fue más de lo mismo. Sabido es que aquel duelo pudo quedar sentenciado tras una primera parte eléctrica.

Los rivales, a tenor del potencial blanquillo y de sus problemas de creación, le entregaron el balón. Una solución muy fácil y efectiva en contra del Zaragoza. No hace falta más que un poco de orden y control para herir. El Almería ganó el choque y el Zaragoza la posesión (64%). Lo mismo y descarado pasó con el Lugo (69%) y Elche (61%).

El Real Zaragoza rascó un empate ante el Albacete y Osasuna siendo el dueño y señor del esférico (65 y 58% de posesión respectivamente) en dos choques que tampoco acabaron con triunfo. Además, dos empates que estuvieron a punto de ser dos triunfos, ante el Reus y el Tenerife, finalizaron con un ligero dominio blanquillo (52%).

La única excepción fue en Soria. El postrero penalti de Grippo decidió un duelo igualado en el que el Zaragoza no dominó ni el partido ni la pelota. Queda patente que con el cuero controlado al equipo aragonés le cuesta un mundo crear peligro y llegar al marco rival. La gran mentira de la posesión. No siempre gana partidos.