Zapater, Verdasca y Lasure se quedaron fuera de la alineación porque no están bien. El central portugués porque los defectos le vienen de fábrica, el capitan por un descenso de rendimiento físico y el lateral por una cuestión que quedó manifiesta en el penalti que cometió, fuera de lugar, a destiempo, en una posición desde donde había perdido toda perspectiva y que recomendaba no intervenir. Hay un declive individual, es cierto, pero lo que refleja la clasificación, con el equipo en la misma puntuación que un Elche en zona de descenso, no se puede explicar sobre el mal momento de jugadores concretos, sino por la arquitectura de una plantilla insuficiente. Los números aplastan cualquier defensa de un equipo en base al infortunio con las lesiones o un divorcio con el azar: el Real Zaragoza es flojito de norte a sur aunque Lalo Arantegui no lo cambie por ningún otro de la categoría. Cada vez más cerca de cerrar la primera vuelta, más se aproxima a una indefinición futbolística que puede resultar grave.

No funciona nada. El Alcorcón, con paciencia y un excelente trato de la pelota, fue estrujando a un rival encogido, arrugado por una cobardía extrema disfrazada de plan táctico. Lo redujo porque es muy superior; también porque el conjunto aragonés se limitó a blindar su espacio de confort y jamás se atrevió con aventuras más allá del centro del campo. Era cuestión de tiempo o de un error, como ocurrió, que los madrileños se adelantaran en el marcador. El lenguaje corporal del equipo de Cristóbal Parralo despedía seguridad en sí mismo, muchas tablas y trabajo en todo lo que comenzaba, con sentido y el único obstáculo de un adversario que no quería hacer guantes. Además, cuenta con buenos futbolistas, como sus centrales, Eddy Silvestre o Sangalli, que se dieron un festín bajo la lluvia: no dejaron del Real Zaragoza ni los huesos.

Con tres centrales o con dos; con tres delanteros sobre un rombo; suene reggae o reggaeton, el conjunto aragonés desafina hasta perforar el tímpano. Lucas Alcaraz vino para poner todos los botones que hicieran falta a la chaqueta de entretiempo, pero resulta que la prenda confeccionada por el director deportivo y sus limitaciones económicas (menores que las del Alcorcón, por cierto) lleva cremallera y salta por los aires al mínimo achuchón que recibe. Si el enemigo es importante, el líder por ejemplo, asoman todas las vergüenzas a la vez. Ese penalti de Lasure; el salto de Delmás con Dorca en el segundo gol; el trote durmiente de Eguaras; la palidez de Álvaro Vázquez en ataque... Ni Benito, a quien le sellaron el carril, ni Igbekeme, circulando por las mismas rotondas todo el partido... En estos instantes, el Real Zaragoza tiene a Cristian y dos o tres chispazos de Pombo. Los chicos recién llegados de la cantera bastante hacen con dar la cara. Soro hizo un par de cositas muy bien cuando salió. A él se redujo todo el ataque zaragocista.

Es incierto que este Real Zaragoza esté capacitado para dar la cara frente a cualquiera. Se la han ido partiendo contrincantes de peso mosca, medio y pesado. Carece de personalidad, de futbolistas con jerarquía, de goleadores puntuales, de centrales que le lleguen a los talones a Esteban Burgos. El problema serio no es que Lucas Alcaraz no dé con la tecla o que acochine a los muchachos más de los están con estrategias infames como la de Santo Domingo. El problema sustancial reside en que ni la directiva administrativa ni la deportiva van a poner remedio a semejante chapuza. Se va esperar a que la mejoría llegue por generación espontánea. Qué inconsciencia.