Messi no tiene tiempo de descansar. Ni ganas. Su temporada aún no ha terminado. Todavía lastimado emocionalmente por Anfield, y por la final de Copa perdida, el astro se enfunda la camiseta de la albiceleste, un equipo nuevo (es el debut oficial de Lionel Scaloni como técnico), pero viejo. Viejo porque se sustenta como en la última década en Messi, empeñado en ganar algún título con la selección mayor, a pesar de que se ha estrellado, una y otra vez con el mismo muro. Leo no estará solo porque Scaloni en una cuidadosa mezcla de jóvenes y expertos ha recurrido, de nuevo, al Kun Agüero, que regresa tras el Mundial de Rusia-2018, y Di Maria.

A Messi, que está a punto de cumplir 32 años, se le empiezan a agotar las posibilidades. Busca un triunfo redentor que le devuelva la paciencia que ha tenido con la selección. Paciencia e impaciencia porque hace justamente tres años, tras perder la final de la Copa América contra Chile en los penaltis, se hartó y dijo que ya no volvería a jugar más con su país. «Lo pensé en el vestuario. ¡Ya está! Se terminó para mí la selección, como dije son cuatro finales. ¡No es para mí!», exclamó cansado de perder.

Eran cuatro finales: tres de Copa América (2007, 2015 y 2016, la que desencadenó su adiós con ida y vuelta) y la más importante: el Mundial del 2014 perdido en la prórroga contra Alemania.El Mundial sub-20 del 2005 en sus inicios con el Barça y el oro olímpico de Pekín-2008 son los únicos trofeos con Argentina que se ha llevado a su casa. Demasiado poco. Una frustración permanente, aunque no quiere rendirse por completo. Lo hizo envuelto en lágrimas hace tres años cuando, además, falló un penalti en la decisiva tanda contra la Chile de Bravo. «Yo quiero ganar algo con la selección y lo voy a seguir intentando». Desde 1993, Argentina no gana nada.