Confesaba Raúl Agné en su entorno profesional, entre sus colaboradores, a su llegada que Manu Lanzarote era el «Messi de Segunda». En público, no llegó nunca a una afirmación tan elevada en el elogio, pero casi. Así, esto decía el 11 de noviembre, solo dos semanas después de sustituir a Milla: «Supone muchas dosis de calidad y a mí me gusta la calidad. A los entrenadores los hacen mejores los futbolistas, y nosotros tenemos a Lanzarote, que en la categoría marca diferencias», aseguraba Agné. El peculiar carácter del mediapunta no tardó en chocar con el técnico, que ante el Lugo lo dejó fuera, en el palco y sin jugar, una señal más para el jugador, que ha pedido irse en este mercado de enero, aunque en principio no lo hará.

Las molestias del jugador en la rodilla han ejercido de tapadera de un desencuentro que ha tenido ya capítulos. Agné justificó los descartes el domingo (Bagnack, Isaac, Lanza y Ratón) en la decisión técnica o en jugadores que no estaban al 100%. No destapó en qué categoría de ambas se encontraba Lanzarote, que tras ser baja ante el UCAM por un «plan de regeneración» por sus molestias se entrenó con todos desde el jueves.

Lanzarote ya había sido suplente ante el Rayo en Vallecas y frente al Tenerife en el Heliodoro, partidos donde salió en la recta final, en los últimos minutos. Como mínimo hay dos episodios de desencuentros entre el jugador y el técnico. En Cádiz, tras aquel doloroso 3-0, Agné no dudó en mirar hacia Lanza, que ayudó muy poco en aquel partido a Fran en el lateral, lo que hizo que el Cádiz encontrara por la derecha una autopista con Álvaro García y Brian Oliván como ejecutores. El otro es el cambio ante el Girona al comienzo de la segunda parte (minuto 57), que sentó mal al jugador, que se fue caminando y ni le miró al pasar a su lado.

Agné ha tenido en anteriores vestuarios episodios más o menos conocidos de enfrentamientos con jugadores. En el Cádiz por ejemplo le pasó con Carlos Indiano o en el Girona con un Gerard López ya a punto de retirarse. Esos son los conocidos y que más o menos saltaron a la opinión pública, pero a buen seguro hay algunos más. Este diario ha sido testigo de otras confesiones en ese sentido de jugadores que estuvieron a sus órdenes. Aunque es cierto que Agné también tiene la adhesión incondicional de otros futbolistas que lo han tenido como técnico y no es extraño oír el elogio de que es uno de los mejores entrenadores que han tenido. Lo que está claro es que su personalidad no deja indiferente, pero su estilo directo, su carácter fuerte y decir las cosas sin medias tintas a veces funciona y otras veces no tanto. O nada.

El pasado de Lanzarote

Juan Muñoz ya expresó antes de Navidad su deseo de irse, cosa que logró rumbo al Levante. Ahora, la situación de Lanzarote también destapa que, como en el caso del delantero sevillano, no hay demasiado feeling con Agné. O directamente ninguno. Con todo, es obvio que en Lanzarote habita uno de los jugadores más desequilibrantes de Segunda y lo demostró en el arranque de esta Liga, pero no lo es menos que su rendimiento desde octubre (su último gol fue ante el Alcorcón el 17 de septiembre) y que su respuesta ofensiva han caído en picado, por no hablar de que en demasía muestra que la implicación defensiva no es su fuerte.

Lanzarote, además, no es un jugador fácil de llevar para un entrenador por ese carácter tan peculiar. Solo hay que preguntarle a Natxo González, ahora técnico del Reus y que en el Sant Andreu, donde la carrera de Manu cogió brillo, ya tuvo claras diferencias con él, dejándolo fuera del playoff decisivo para el ascenso a Segunda ante el Barcelona B en la 09-10. La forma de ser de uno y de otro, de Agné y de Lanzarote, hizo que el Messi de Segunda tuviera que ver el duelo decisivo ante el Lugo en el palco.