Al Real Zaragoza le hicieron 53 goles en la temporada 13-14, la primera de este tortuoso e inacabable ciclo por la Segunda División. A la siguiente, la cifra de tantos recibidos todavía se disparó más: 58. Bajó a 44 la pasada campaña, un guarismo más saludable pero aún excesivo, y en la actual, cuando restan cinco jornadas para la finalización del campeonato, el equipo ha recogido ya en 48 ocasiones el balón de la portería. En este tiempo, entre otros abandonaron la categoría equipos como el Eibar, que en su prestigioso ascenso encajó 28, el Deportivo (36), el Sporting (27), el Alavés (35), el Leganés (34) y, como excepción a una norma de absoluta validez universal, por ejemplo Las Palmas (47 en contra con 73 a favor, un dato soberbio fuera del alcance de casi todos y que compensó su fragilidad defensiva).

La mágica historia del Real Zaragoza, con títulos, grandes plantillas y un juego de salón (y al que la vivió jamás le quitarán lo bailado), se construyó siempre bajo unos parámetros futbolísticos muy identificables, que algún día, cuando pueda ser, habrá que recuperar de veras, no con decenas de inservibles intentos de fogueo. Sin embargo, ahora al equipo le toca otra cosa. Esa misma historia le ha puesto en esta compleja situación, en las antípodas de la que disfrutó durante largos periodos de gloria.

Lo primero, asumir de una vez por todas que de Segunda se escapa solo por dos vías: con una acumulación de talento tan extraordinario como el que juntaron en sus plantillas el Betis de Rubén Castro o Molina o Las Palmas de Mesa, Viera o Araujo, o construyendo un equipo sólido. Estos cuatro fracasos seguidos del Zaragoza en otros tantos frustrados retos de ascenso tienen su origen, en gran medida, en una causa común: el desbarajuste defensivo.

Con esos números en contra (53, 58, 44 y en esta ya 48) es imposible que cualquier aspiración tenga consistencia. Para eso la SAD tiene apalabrado a Natxo González para la próxima temporada. El Reus suma 25 tantos en contra y es el menos goleado. Con Natxo, Lalo Arantegui tiene un objetivo: aniquilar ese pesado lastre y encontrar lo que ha faltado todo este tiempo. Orden, calidad táctica, trabajo colectivo, despliegue físico, buena defensa y muy pocos goles en contra. Cuando el equipo selle la permanencia, ese será el inicio del camino para buscar el retorno a Primera.