En las pasadas navidades el nombre de una ajedrecista ucraniana irrumpió con fuerza. Anna Muzychuk (Lviv, 28 años) publicó en su cuenta de facebook un mensaje volcánico. La tricampeona del mundo, que habla seis idiomas, se negó a defender sus éxitos en Arabia Saudí. Perdió dos títulos y mucho dinero, pero se ganó la admiración de muchísima gente. El mes pasado se proclamó campeona de Europa en Georgia y ayer visitó Barcelona para participar en una sesión de partidas simultáneas en Luz de Gas, una de ellas a ciegas.

—Su renuncia al Mundial de Arabia tuvo gran repercusión tremenda. ¿La esperaba?

—No. Solo hice un post en facebook, nunca acudí a la prensa. Estoy muy agradecida a tanta gente. El escrito tuvo 170.000 likes y me llegaron peticiones de entrevistas de todos los medios del mundo. Fue una locura, con miles y miles de comentarios.

—¿Le costó dar ese paso?

—Fue una decisión muy difícil, pero no me arrepiento. La tomé junto a mi hermana Mariya. Me supuso perder dos títulos y una bolsa de dinero importante, pero era la decisión correcta.

—Perdió 160.000 euros, una cantidad ocho veces superior a la que se pagaba en el anterior Mundial. ¿No se arrepiente?

—Para un ajedrecista ese dinero es muchísimo, pero compensa. Era la decisión que había que tomar. Era mejor seguir el camino de los principios. Mi dignidad como mujer vale más que el dinero. Hay cosas más importantes que los títulos, cosas que quedan para siempre. Yo gané campeonatos mundiales en Catar, donde pude vestirme como quería. Allí vi que tenía total libertad. Nadie me dijo nada. Respetaban a las mujeres. Luego fui a Irán y me impusieron el velo, salir acompañada de hombres, ir tapada hasta las muñecas, las piernas cubiertas... La mujer era discriminada. No quise volver a pasar por eso nunca más. El siguiente torneo después de Catar e Irán era en Arabia. Ya sabía lo que me esperaba y no quería volver a estar a expuesta a ese lamentable trato.

—¿Algún comentario le ha hecho especial ilusión?

—He tenido mensajes de todo tipo, pero el que más ilusión me hizo fue en España. En el tren de Santander a Madrid se me acercó una señora mayor, se inclinó ante mí y me dijo: ‘Gracias’. No me comentó nada más. Me impactó, me hizo feliz.

—¿Cómo ha cambiado su vida?

—Ha cambiado mediáticamente mucho. Hay una atención que no había antes, pero yo sigo estudiando ajedrez, preparándome igual. Sigo siendo una jugadora que quiere progresar y continuar ganando Mundiales.

—¿En el ajedrez hay diferencias entre hombres y mujeres?

—Los premios son muy distintos. La bolsa total en Arabia, por ejemplo, era de 1,5 millones para los hombres y medio millón para las mujeres. Tres veces más para el torneo masculino. En otros torneos ha habido 10 veces más premios para los hombres. La forma de competir también es distinta por dos motivos: primero por tradición, ya que el ajedrez siempre ha sido considerado como un deporte masculino; y segundo por un tema físico, pues los hombres se recuperan mejor entre partidas y entrenamientos.

—¿Cómo es un día en su vida?

—Me levanto pronto, desayuno y empiezo a estudiar ajedrez hasta la hora de comer. Después sigo estudiando ajedrez. Por la tarde hago actividad física en el gimnasio o corriendo. Por la noche ceno, veo alguna película y descanso. Dedico unas seis horas diarias al ajedrez sin descansar los fines de semana.

—¿Cómo es su relación con su hermana Mariya, también campeona del mundo?

—No solo somos las únicas hermanas, sino también las únicas mujeres con relación familiar campeonas del mundo. Nos llevamos muy bien, tratamos de ayudarnos mutuamente, nos encanta viajar juntas a los torneos... Nunca la he visto como una rival, sino como un apoyo.

—¿Hay desigualdades entre el hombre y la mujer en el deporte?

—Sin duda. Me gustaría que compitieran más mujeres en deportes que se asocian siempre a hombres, como el fútbol o el boxeo. Ojalá luchen por hacer realidad su sueño y se reduzcan también las diferencias económicas. Existe un tema psicológico y de educación que hace que todo el proceso vaya poco a poco.