--¿De dónde viene lo de Corona?

--Es un apodo familiar, el de mi abuelo y yo era el nieto del Corona, que me llevaba a ver al Talavera. Y me gustaba, me conocían así en el colegio y en el equipo.

--Torneo de Brunete de 1992, usted empieza a destacar allí y hay una foto consolando a un rival en la final...

--Ese niño al que consolaba era Juanjo García Granero. Aún se jugaba por selecciones, no por clubs y la juego con Castilla-La Mancha ante Madrid. Aquel día fue rival, pero cuando yo me fui al Real Madrid estuvimos juntos y también en el Zaragoza. Fue una tremenda casualidad.

--¿A qué edad entra en la cantera del Real Madrid?

--Con 12 años. Infantiles, cadetes, juveniles, el Castilla, donde estoy un par de años... El estandarte de nuestra generación era Casillas, fuimos compañeros, pero al llegar a juveniles él pega el brinco rápido, pero es de mi año. Coincidí con Aranda, Julio Álvarez, Pavón, Raúl Bravo, Miñambres, Borja Fernández... Buenas generaciones de jugadores.

--No pudo debutar con el Real Madrid, eso sí...

--Ante el Molde en Champions (99-00) iba a salir, no hubo mucho descuento y el árbitro pitó el final del partido conmigo esperando para jugar. Bromeo mucho con eso con mis amigos, lo llamamos el no debut de Corona, me quedé, y nunca mejor dicho, con el molde puesto (sonríe).

--¿Tiene una espina clavada?

--Hace años hubiera dicho que sí, pero hoy digo rotundamente que no. Es muy difícil debutar en el Madrid, pero aún es menos fácil ser profesional del fútbol y ser feliz en la vida haciendo lo que haces. Yo lo he conseguido muchos años, 16 en concreto.

--Llega en enero del 2001 provocando el enfado del Madrid con el Zaragoza.

--Pero no hubo nada descortés. El Madrid me propone una renovación y una cesión y yo apuesto por una salida y una posible recompra. De hecho, ellos se guardaron derechos sobre mí cada verano, para recuperarme. Después de mi caso el Madrid optó por esa misma fórmula con Negredo, Jurado, Soldado... Con una cesión con 19 años lo normal es que en un año no sea suficiente para ver si estás al nivel del Real Madrid o no y eso es lo que a ellos les interesa. No hubo ningún problema más. En todo caso, ese club debería reflexionar, porque muy pocos jugadores de la cantera del Madrid acceden al primer equipo, tienen que dar un paso previo e irse a otros sitios y, solo en algunos casos, volver.

--Llega y en esa temporada se gana la Copa del Rey, título que repite como zaragocista en el 2004.

--En la primera obviamente no jugué, pero en la segunda me considero, rebosante de dignidad y orgullo, muy ganador. En Montjuïc no juego, pero también se ganó en Salamanca, en Miranda o en Logroño, en eliminatorias a cara de perro y ahí sí participé, también en el doble partido con el Betis, donde juego en ambos encuentros.

--¿Son esas dos Copas su mejor recuerdo como zaragocista?

--Marcan mucho. La primera en el 2001 fue un caramelo que le ponen a un niño, acababa de llegar, hice muy buena relación con Jamelli, Láinez, Montenegro... y a los pocos meses levanto esa Copa del Rey. Es que era para no creérselo, fue algo muy bonito, la verdad.

--¿Y cuál es el peor recuerdo?

--El del descenso en Villarreal, por lo que suponía a nivel de club y para mí, tras salir del Madrid para llegar a un equipo puntero el verme en Segunda.

--Aquel partido dejó escenas terribles. Acuña, Láinez y Milosevic peleándose con aficionados.

--Sí. Escenas desagradables y dolorosas. En el vestuario había jugadores que estábamos llorando y tirados por el suelo y otros, los de sangre más caliente, pegando golpes, con el jaleo en el túnel de vestuarios.

--Con el que más jugó en el Zaragoza fue con Paco Flores, sobre todo en Segunda. ¿Es del que mejor recuerdo guarda?

--Coincidió en que me iba aclimatando y creciendo, vino el descenso y se me dieron más oportunidades en Segunda de las que había tenido. Al final asocias tus recuerdos a los mejores momentos y en Zaragoza coincidieron con la estancia de Paco. Es una persona muy franca y directa. Tiene su método y su concepto, que gustará más o menos, pero se agradece mucho cruzarte con personas que vayan de frente. Me consta que Txetxu Rojo tenía muchas esperanzas en sacarme jugo, pero fue cesado pronto. Y guardo cariño a Luis Costa, era un técnico interino que participó en mi llegada al Zaragoza y debuté en Primera con él.

--No menciona a Víctor Muñoz. Con él apenas jugó y fue cedido al Poli Ejido y al Albacete.

--Era una cuestión de gustos, no hay más. No encajaba en su filosofía futbolística y ya está. Y ni siquiera es criticable. Ningún reproche por eso.

--¿Qué recuerda de aquel ascenso con Paco Flores?

--Fue un año muy bueno y hoy se valora más lo que se logró, porque subir en un año no es fácil. Si no hubo ni celebración... Ascendimos un sábado con el pinchazo del Levante y recuerdo el domingo el ambiente enrarecido en La Romareda con el Albacete.

--La ducha a Alfonso Soláns, entonces presidente, aquella fiesta en el vestuario...

--La gente casi se tomó a mal que lo celebráramos, no entendía el porqué lo hacíamos.

--Renueva en el 2005 pese a no jugar con Víctor. Fue una muestra de confianza.

--Me transmiten en el club que por la cultura que hay en España los entrenadores son aves de paso y que con 22 años consideraban que podía tener opciones en un futuro. Ese verano en el que renuevo me dicen que Víctor Muñoz va a intentar contar conmigo, que tiene esa idea en la cabeza, eso no sucede y en diciembre decido irme al Albacete.

--Alfonso Soláns fue su único presidente en el Zaragoza.

--Es otra de las personas a las que el tiempo le da un hueco de mucho más valor de lo que se decía en su presente. Y me alegro, porque mi opinión de Alfonso y de su junta directiva, con la que guardo contacto con varios, es magnífica. El tiempo le dio la razón. Se le criticaba que gestionaba desde la mentalidad empresarial y, visto cómo fue el fútbol, casi era un innovador. Recuerdo los cánticos, lo de tirar de talonario. Los que cantaban eso hoy suplicarían tener a un Soláns y habrían suplicado que el Zaragoza no derrochara como lo hizo después.

--¿Qué le lleva a cerrar la puerta en el 2006 e irse a Almería?

--Primero me voy cedido al Almería. Ahí le tengo que agradecer la franqueza a Víctor Fernández. Me dijo que le gustaba mi forma de jugar, pero que tenía a Aimar y a D'Alesandro y que yo no tenía hueco. Le di las gracias por ser tan claro y decirlo tan pronto. Pardeza me dijo que saliera cedido a ver qué ocurría al año siguiente, agotar una cesión más. Pero, me va tan bien a mí, ascendemos a Primera, que ahí ya decidimos la rescisión.

--¿Se fue con la espina clavada por no llegar a lo que la gente esperaba de usted?

--Me fui con el dolor porque estaba convencido y después lo he demostrado jugando mucho en Primera, de que podía jugar en el Real Zaragoza, que mi nivel daba para ello. El problema es que las circunstancias son las que son. Si Víctor Fernández hubiera sido el técnico cuando llegué pues quizá la historia habría sido muy diferente.

--La afición siempre esperó mucho de usted, de su calidad. ¿Siente que les decepcionó por su rendimiento?

--No tengo esa impresión. Jamás he oído a un aficionado decirme que no había cumplido. Obviamente, mi inexperiencia, el momento y todo lo que rodea al fútbol hicieron que yo tuviera que ver en que no jugara más en el Zaragoza. Pero cada vez que he ido después allí he sentido un cariño increíble y eso no te lo demuestra una afición si cree que no has dado lo mejor de ti.

--La afición ha pasado aquí de ser muy exigente entonces a ser muy paciente ahora...

--Es que al final la gente ya sabe lo que puede o no puede pedir. Y hoy no puede tener un nivel de exigencia como en aquella época, porque la realidad es muy distinta y el Zaragoza lamentablemente para todos los que queremos al club ya no está para hacer grandes eliminatorias de Copa ni para estar entre los ocho mejores de la Liga. La realidad ha ido reeducando un poco la exigencia de la afición. Se ha pasado de ver una grada que casi reprocha a sus jugadores celebrar un ascenso a contemplarla resignada en un sufrimiento permanente de ver a su equipo en Segunda tres años seguidos.

--Real Madrid, Zaragoza y Almería son los equipos donde más tiempo estuvo como profesional. ¿Cuál es el de su vida?

--Con la boca muy grande puedo decir que es el Almería, sin duda. Mi afición madridista está grabada a fuego desde niño y es imposible quitar. Y Zaragoza tiene un lugar muy destacado en mi carrera. Sirva la comparación de que sería como el pueblo de veraneo, el lugar al que regresas y que recuerdas perfectamente cuando ibas de niño, pero mi casa es el Almería.

--¿Cómo ha visto desde la distancia la caída del Real Zaragoza, de ese lugar de veraneo en su corazón, en los últimos años?

--Con mezcla de tristeza y de sorpresa. Por muy mala gestión que tuviera, que la ha tenido, no piensas que un club con tanto respaldo y presencia social llegue a caer a unas cotas como las que escuchas. Oír por ejemplo que estuvo cerca de desaparecer hace unos años o, que si no se logra un ascenso ahora, se podría hablar institucionalmente de entierro. Es que además en el fútbol español el Zaragoza es un equipo simpático y te da esa tristeza que no ocupe el lugar que todo el mundo le pone, entre los seis clubs más importantes por historia en España.

--Australia, el Brisbane Roar. ¿Qué le llevó a esa aventura desde finales de septiembre pasado?

--Aunque parezca que aquí me trajo otra cosa, lo primero por lo que vengo es por mi inquietud futbolística. Contactaron conmigo, el entrenador es John Aloisi, que jugó en España, le encajo en lo que quiere y me habla de un proyecto atractivo. No podemos compararlo con Europa, donde está lo mejor del fútbol y porque culturalmente en Australia es el tercer o cuarto deporte. La comparación no cabe. Pero aquí se sabe jugar al fútbol, hay calidad, se ven partidos buenos, con juego vertical, con ocasiones. Esa inquietud futbolística va aparejada con una experiencia vital de venir aquí durante dos años en el otoño de mi carrera, porque si todo va normal no entra en mis planes ya volver a jugar en España. Estoy disfrutando mucho de esta etapa.