Mikel Landa visitó la Vuelta a España que descansa (es un decir) en Logroño, tras un traslado casi a contrarreloj desde Granada. Y acude, aunque no corra la prueba, para anunciar que su labor hacia el ciclismo va más allá de dar pedales, subir montañas y tratar de ganar carreras como el Tour o como el Giro, prueba de la que sigue diciendo que le encanta más que la ronda francesa. Landa es desde hace unas semanas el presidente de la Fundación Euskadi, la escuela, equipo, proyecto, todo, que mueve las bases ciclistas en el País Vasco, de donde surgió el desaparecido conjunto Euskaltel y donde crecieron los mejores profesionales vascos.

Él es el mayor exponente. No había dinero y la escuela vasca iba a morir, el proyecto que hace casi 25 años nació con Miguel Madariaga, luego mánager del Euskaltel, quien creó en 1993 una fundación por suscripción popular para que los chavales pudieran disputar un día con sus camisetas naranjas el Tour.

«El ciclismo de base está tocado de muerte si no entran personas como Landa para salvarlo», se queja Madariaga. Landa, de hecho, ha sido el último mecenas, porque Alberto Contador sacará el año que viene equipo continental, lo que comparado al fútbol sería un conjunto de la Segunda B. «El ciclismo de base en Euskadi se moría y yo no podía mirar hacia otro lado». Así lo explicó ayer el propio Landa.